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La red de redes “red de intelectuales y artistas en defensa de la humanidad” se opone al imperialismo y a sus políticas neoliberales, a la guerra y al terrorismo, a los proyectos de uniformidad sociocultural y a la monopolización del conocimiento o su difusión.

Apoya las luchas de los pueblos del mundo, es solidaria con los procesos de cambio social, sustenta la diversidad cultural y los derechos culturales.

En el Capítulo Cubano de la "red" se integran de la misma manera escritores, artistas, académicos, abogados, maestros, economistas, religiosos, estudiantes, movimientos sociales, medios de prensa alternativos y otros.
   
  [ernesto lecuona > canto indio]
 

En esta página proponemos publicaciones de participantes de esta "red" desde o hacia Cuba. Y también de otros que sin pertenecer o participar de la "red", siguen los mismos objetivos aunque por diferentes caminos. Siendo siempre la cuestión, lograr abrir puertas y cuantas más mejor.
edh-cuba
 
"Uno de los ejercicios más complicados e ingratos al cual se ven obligados a recurrir los periodistas y especialistas en asuntos de política y economía cubanas es el de hacer predicciones sobre las razones ocultas que están detrás –o debajo- de lo que sucede o sucederá en el país."

[leonardo padura fuentes]
 
     
 
 
«Es deber de la nueva generación de hombres y mujeres revolucionarios ser modelo de dirigentes modestos, estudiosos e incansables luchadores por el socialismo. Sin duda constituye un difícil desafío en la época bárbara de las sociedades de consumo, superar el sistema de producción capitalista, que fomenta y promueve los instintos egoístas del ser humano.

La nueva generación está llamada a rectificar y cambiar sin vacilación todo lo que debe ser rectificado y cambiado, y seguir demostrando que el socialismo es también el arte de realizar lo imposible: construir y llevar a cabo la Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, y defenderla.»

[fidel castro ruz, La Habana, abril 17 del 2011]
 
     
 
 
sumario      
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los que se van, los que se quedan, los que están…


  padura
   
Luego del paso arrollador del eufemísticamente llamado “período especial en tiempos de paz” que en los primeros años de la década de 1990 prácticamente desmanteló la lógica social y económica en la que se movía el país, la sociedad cubana no ha vuelto ni podrá volver a ser la misma. El quiebre profundo de todo un sistema de referencias, prioridades, posibilidades y hasta de valores de las personas, e incluso la relajación de su relación de total dependencia respecto al paternal Estado socialista, generó nuevas realidades y necesidades hasta entonces inexistentes o pospuestas.

Las ingentes carencias materiales de aquellos años en los que faltó todo –desde alimentos a medicinas, de electricidad a transporte– buscó o, al menos trató de hacerlo, diversas soluciones individuales y gubernamentales. Dos de las más retumbantes, por sus múltiples y permanentes consecuencias, fueron la opción de muchos miles de cubanos de irse al exilio en procura de una solución individual y familiar a sus problemas –con un pico dramático en la “crisis de los balseros” de 1994– y la decisión político-económica de legalizar la hasta entonces muy duramente penada tenencia de divisas, con todas las connotaciones políticas y económicas que tuvo la medida.

Desde esa época los conflictos relacionados con la inmigración cubana y con la doble [triple en un momento] circulación monetaria han marcado de manera permanente y profunda la dinámica social y económica de la isla, sin que se hayan encontrado soluciones satisfactorias ni se avizore su hallazgo en un plazo relativamente corto.

Sin duda, más que todas las medidas hasta ahora implementadas en el proceso de actualización del modelo económico cubano, el problema de la anunciada reforma de las leyes migratorias cubanas preocupa e incumbe a toda la sociedad cubana. Si varias de las modificaciones legales y estructurales hasta ahora aprobadas atañen de un modo u otro a diversos sectores de la población [los dueños de autos y casas, o los que desean ser cuentapropistas, o quienes necesitan mejorar sus viviendas y obtienen créditos y subsidios, etc.], una reforma de las regulaciones migratorias afectaría de alguna manera al conjunto de la sociedad. Así, mientras quienes podrían comenzar a viajar luego de la [predecible, pero solo supuesta] supresión del permiso de salida, recibirían un beneficio esperado por muchos, quienes, por el contrario, no puedan hacerlo [como al parecer ocurrirá, según las pistas visibles en la novela de misterio montada alrededor del tema] sentirán el peso de una pérdida de posibilidades y libertades solamente por ser quienes son, política o profesionalmente hablando, con las presumibles consecuencias que tal afectación produciría. Me explico con un solo ejemplo: si un médico o cibernético ve legalmente limitado su derecho a migrar respecto a otro ciudadano similar a él, ¿cuántos futuros médicos y cibernéticos se quedarían en el embrión para no perder el derecho de “los otros”? ¿Se aprobará una ley que distingue a unos ciudadanos de otros?

La complejidad política y económica de tal situación parece haber complicado de manera bastante dramática la esperada y todavía pospuesta reforma de las leyes migratorias cubanas. Como se ha reconocido públicamente por las altas esferas de poder cubano, muchas de las regulaciones que hoy rigen este componente de la legalidad y el derecho individual del ciudadano, fueron creadas bajo las necesidades de otros tiempos históricos. Pero lo que resulta incuestionable hoy es que su solución, total o dolorosamente parcial, tendrá sus efectos en el presente y, más aún, en el futuro de la nación, pues, a pesar de las difíciles circunstancias económicas que en la actualidad se viven en casi todo el mundo, una vez abiertas las posibilidades podrían ser miles los cubanos [especialmente jóvenes] que optarían por una solución de sus problemas o anhelos a través de una migración permanente o temporal hacia sitios en los que piensen resolver esas expectativas. Y si se pondrá obstáculos a la fuga de cerebros formados, entonces se producirá el escape de cerebros potenciales, entre otros problemas.

También plenamente extendido a toda la sociedad cubana está el conflictivo y enmarañado asunto de la doble circulación monetaria, cuya solución se entrevé lejana, mucho más complicada que muchas de las transformaciones económicas realizadas o en curso.

El conflicto más pernicioso de esta peculiar situación radica en que mientras la mayoría de las personas en el país obtiene sus ingresos en pesos cubanos [cup], la vida en su casi totalidad se desarrolla en pesos convertibles [cuc]. Con la excepción de los precios subsidiados que aun rigen en segmentos de las necesidades personales [la menguada libreta de racionamiento, los medicamentos], el resto de los bienes de consumo y los servicios han aumentado notablemente su precio [electricidad, por ejemplo] o, simplemente, han caído en el campo del peso convertible o su equivalente en pesos cubanos.

Ante tal realidad, si muy difícil resulta la situación para el trabajador que devenga un salario promedio de 500 pesos [20 cuc], insostenible resulta para el jubilado que apenas recibe la mitad, luego de haber trabajado por 40 años de su vida. Esta situación, en un país donde el sector etario que supera los 60 años es cada vez mayor, se ha convertido en una pesadilla para los que se acercan a la edad del retiro y en una dolorosa realidad para los que ya están en ella, pues simplemente sus medios económicos están calculados para una sociedad que ya no existe tras el paso arrollador del “período especial”… y en la que el Estado y gobierno avanza en la eliminación de subsidios y pone precios “reales” a los productos. Precios inalcanzables para unos salarios que se han convertido en “virtuales”.

Un fenómeno que tiende a agravar este conflicto se hace visible en la llamada política de “estimulación” salarial, que confiere ciertas ganancias monetarias extrasalariales a los trabajadores, o la separación de un monto dedicado a la alimentación del empleado, luego del cierre de numerosos comedores obreros. Esas cantidades y otros estímulos que complementan el salario sin duda alguna ayudan a paliar la incongruencia entre sueldos estatales y necesidades de adquisición de los trabajadores, pero… no forma parte del salario y, por tanto, desaparecerá en el acto de la jubilación y en su momento disminuirá ostensiblemente la capacidad adquisitiva de ese pensionado pues, más que antes, deberá vivir en pesos convertibles.

Parece evidente que situaciones tan enrevesadas como la migración en una sociedad que no termina de superar sus crisis y las posibilidades económicas del ciudadano en un país que funciona con dos monedas, resultan un verdadero quebradero de cabeza para cualquier Estado y gobierno. Pero lo es también, y sobre todo, para los ciudadanos que con su trabajo e impuestos directos e indirectos sostienen las estructuras de ese Estado y gobierno, para cada uno de los habitantes del país que aspiran a una mayor plenitud en sus derechos para decidir sus destinos y a una vida más digna y racional, conseguida con su esfuerzo y talento.


[leonardo padura fuentes, La Habana, febrero 27 del 2012; miradas cubanas, la esquina de Padura: ipsnoticias.net]
 
 
 
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economía en las alturas y en la calle


  padura
   
Mientras la Virgen de la Caridad del Cobre, santa patrona de Cuba, terminaba su exitoso peregrinaje por la isla para festejar los cuatro siglos de su aparición física y espiritual, el fin del año 2011 transcurrió para el máximo nivel de dirigencia política del país entre importantes reuniones.

Diputados a la Asamblea Nacional, ministros y regentes partidistas [que muchas veces son los mismos] corrieron de un cónclave a otro en los días previos a la Navidad, ya con la vista puesta en la próxima convocatoria que los agrupará en el mes de enero, la llamada Conferencia del Partido donde, se dice, se refrendarán políticas generales del proceso de “actualización del modelo económico cubano” y se revisarán cuestiones internas del funcionamiento del partido único que es, como se sabe, también quien dirige Estado y gobierno en la siempre polémica y observada isla del Caribe.

Durante los cenáculos ya efectuados [Tercer Pleno del Comité Central del Partido Comunista, Reunión Ampliada del Consejo de Ministros y segunda convocatoria anual de la Asamblea Nacional], un par de asuntos, íntimamente relacionados, parecieron centrar la atención y las preocupaciones de los dirigentes cubanos, imbuidos en el actual proceso de cambios emprendidos en el país: la lucha por la eficiencia en la economía y la guerra contra una, al parecer, muy extendida corrupción administrativa.

La insistencia en trabajar en esos dos territorios cuyas fronteras suelen ser tan cercanas como vulnerables, ha sido y es impulsada por el presidente Raúl Castro como urgencias no ya para una estrategia de cambios, sino para la propia subsistencia del sistema político establecido en la isla. En su discurso ante la Asamblea Nacional incluso llegó a calificar a la corrupción como el principal enemigo del proceso cubano, más peligroso, a su juicio, que las actividades de los adversarios de siempre y los grupos de oposición, dentro y fuera del país. No es de extrañar, entonces, que la necesidad de control económico, la lucha contra las negligencias y la reactivación de las estructuras productivas haya sido un leitmotiv en cada una de las intervenciones del gobernante, quien parece patentizar su estilo de gobierno con la propuesta de hacer de la economía su principal lucha política.

En los últimos meses una serie de medidas han alentado esta línea y, sobre todo, han ido eliminando trabas del entramado social cubano que facilitan algunas de las actividades cotidianas de las personas: desde la ampliación y liberación de los procesos de compra y venta de vehículos y casas hasta la creación de un sistema de créditos bancarios para la fabricación de viviendas por los ciudadanos, la rebaja de precios de los todavía muy costosos materiales de construcción y el aliento e impulso a la repartición de las llamadas tierras ociosas, entregadas en usufructo a quienes deseen trabajarlas, unos productores privados para los cuales habrá más territorio bajo su control y posibilidades de construir viviendas en las nuevas fincas, algo que no estuvo contemplado en el inicio del proceso de entrega.

De modo paralelo a la urgente reforma económica, el gobierno cubano ha hecho otras movidas propiamente políticas que sacan alguna presión al ambiente [más ante la proximidad de la visita del Papa a la isla], como la anunciada medida de indultar a casi tres mil presos, cubanos y extranjeros, convictos de diferentes delitos, en muchos casos por razones humanitarias y de salud. Sin embargo, la más esperada de las modificaciones políticas, la anunciada flexibilización de la restrictiva ley migratoria, no se ha concretado todavía, aunque el propio presidente Raúl Castro insiste en su próxima pero paulatina liberalización.

Lo más curioso es que las preocupaciones de la estructura dirigente cubana parecen estar, al menos en su esencia, muy en consonancia con las zozobras de la gente que gasta en el país los días de su vida: porque la economía, el dinero y la corrupción son tres de sus más acuciantes preocupaciones, habida cuenta de su cotidiana y abarcadora presencia.

Los días navideños, con sus celebraciones más o menos recuperadas por los cubanos, también han puesto en máxima tensión las estrechas y críticas economías familiares. La sostenida tendencia al incremento –o cuando menos el estancamiento– de los precios de los productos agropecuarios o el salto hacia arriba de las tarifas de muchos servicios, va a un ritmo más acelerado que los aumentos salariales o las posibilidades de encontrar remedio en el trabajo por cuenta propia. Por ello, en una proporción cada vez más preocupante las personas se encuentran ante la realidad de que sus salarios resultan siempre más que insuficientes para satisfacer sus necesidades. Incluso, hay grupo sociales y etarios para los cuales ya se habla de una necesaria subvención individualizada, pues la situación de ancianos y personas sin posibilidades de obtener ganancias extrasalariales [ya sea por remesas enviadas del extranjero, ya por la posibilidad de realizar alguna labor productiva extra] se ha ido tornando cada vez más crítica.

Aunque el gobierno repite que se tomará el proceso de cambios con calma y cautela para evitar nuevos errores, la realidad de muchos ciudadanos reclama mayor celeridad en la búsqueda de soluciones para sus coyunturas individuales y familiares. Muchas de esas personas arrastran sobre sus espaldas las carencias ingentes en que vivió el país durante la primera parte de la década de 1990 y, todavía hoy, ven como un lujo la posibilidad no ya de activar un celular o irse de vacaciones a un hotel, sino la de comprarse un par de zapatos y alimentarse suficientemente. Y si bien es cierto que los apresuramientos pueden inducir a equivocaciones, también lo es –incluso lo es más– que veinte años vividos en la carencia y la absoluta tensión económica, pesan mucho más de lo que cantaba el viejo tango: porque veinte años es demasiado. Sobre todo en un país donde la polarización entre los que tienen algo y los que tienen menos se va haciendo más evidente día a día.

Para esos que tienen menos recursos, la economía, con independencia de la política, se está convirtiendo en algo tan tangible como la abrumadora diferencia entre la pobreza compartida y el tétrico avance de la miseria. Y muchas veces apenas les queda la alternativa de orar, a la espera de un milagro de la virgen.


[leonardo padura fuentes, La Habana, diciembre del 2011, servicio de columnistas de la agencia de noticias ips: ipsnoticias.net]
 
 
 
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los cubanos son más propietarios de su propiedad


  padura
   
Hasta los estrictos portavoces de la Administración de Barack Obama han dado su veredicto aprobatorio: el Decreto Ley 288 recién promulgado por el Gobierno cubano, que al fin legaliza los actos de compra, venta y cesión de inmuebles en la isla, ha sido catalogado por ellos como un “paso positivo” dentro del proceso de cambios emprendidos por el Ejecutivo cubano.

No se trata de que la actual Administración estadounidense haya mejorado su capacidad de entendimiento respecto a las realidades de Cuba.

Su beneplácito apenas reafirma lo obvio. Porque apenas una semana antes, cuando la Asamblea General de la ONU volvió a condenar, por vigésimo año consecutivo y otra vez de manera casi unánime, la fallida política del embargo comercial y financiero estadounidense aplicado a la isla por cinco décadas, esa misma Administración hizo oídos sordos del reclamo internacional, sin la menor capacidad de entender lo que todo el mundo ha entendido: que el embargo no ha conseguido obtener los efectos esperados [la caída del sistema cubano] y que su aplicación más bien afecta, en lo esencial, a los 11 millones de personas que cada día tienen que pensar cómo hacer su día en Cuba.

Con total independencia de ese beneplácito norteamericano, la realidad es que hoy, muchos cubanos sienten que respiran con un poco más de libertad y que su día será menos arduo: al menos los que tienen casas, incluso los elegidos poseedores de autos, son ahora más propietarios [o verdaderamente propietarios] de esos bienes que, por décadas, fueron suyos pero a la vez no lo eran en virtud del entramado de leyes que prohibían la libre disposición de ellos por parte de esos propietarios legales.

Ojalá que la visión realista y de cambio que ha impulsado la promulgación de esta nueva ley llegue pronto a otros sectores de la vida cubana que claman a gritos por transformaciones radicales y profundas.

Si la ley que al fin permite la compra y venta de autos fabricados después de 1959 [sólo era posible disponer de los fechados antes de ese año] generó expectativas que no se han cumplido en todos los casos [se mantienen los límites para la venta de autos nuevos y regulaciones para los de segunda mano que puede ofertar el Estado], el decreto del 2 de noviembre pasado toca con mayor profundidad y espíritu de cambio uno de los temas más candentes para el país: el de la vivienda.

La nueva ley abre la posibilidad de la libre compra y venta de inmuebles entre ciudadanos cubanos e, incluso, residentes extranjeros; elimina trámites y regulaciones oficiales en los intercambios de vivienda [la llamada permuta], y legaliza y facilita la cesión de propiedades, incluso en el caso de “salida permanente” del país del poseedor [desde 1959 hasta ahora condenadas a la confiscación estatal]. La disposición legal, en sí misma, no va a resolver los grandes problemas de déficit de vivienda, calculado en más de medio millón de casas, aunque sin duda traerá un alivio legal en los intercambios, donaciones y actos de compra-venta hasta ahora controlados o simplemente prohibidos.

Entre las ganancias que trae para los cubanos esta nueva ley se encuentra, en primerísimo término, la conversión de los títulos de propiedad de sus casas en un documento mucho más real de lo que hasta ahora había sido. Otras ventajas serán la posible redistribución más racional de los espacios, la mejora de los inmuebles por parte de nuevos propietarios con medios económicos para su reparación y mantenimiento, la ganancia de una propiedad por parte de un familiar o persona cercana cuando se produzca una “salida definitiva” o un deceso, la posibilidad de venta de terrenos y azoteas en las cuales se puedan levantar nuevas habitaciones.

La otra y no menos importante retribución radica en la eliminación de la interferencia oficialmente impuesta por los diversos niveles burocráticos del Instituto de la Vivienda, que en una notable cantidad de casos se movían con los mecanismos de la compra-venta de funcionarios, especialistas, asesores legales, es decir, con las oscuras reglas de la corrupción administrativa en la que caían los encargados de velar por la ley. Gracias a esa coyuntura, miles de funcionarios medraron con la necesidad y la carencia, y también miles fueron despedidos y hasta juzgados a lo largo de estas cinco décadas, mientras se pueden contar también en otros miles los trámites ilegales que, por artes de esa corrupción, alcanzaron la al parecer imposible legalidad.

Unas leyes que en su origen tuvieron el deseo y la misión de repartir el patrimonio para beneficio de amplias capas de la sociedad, impedir la especulación y la concentración de riquezas, terminaron por convertirse, en una época diversa, en un freno a la libertad de los individuos, en un laberinto de trámites y regulaciones violados por la realidad y en fuente de enriquecimiento de una burocracia despiadada, dedicada por años a medrar con la ley y la necesidad de los ciudadanos.

Ojalá que la visión realista y de cambio que ha impulsado la promulgación de esta nueva ley llegue pronto a otros sectores de la vida cubana que claman a gritos por transformaciones radicales y profundas.


[leonardo padura fuentes, La Habana, noviembre del 2011, servicio de columnistas de la agencia de noticias ips: ipsnoticias.net]
 
 
 
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Cuba: cosas que llegan y que no llegan


  padura
   
Bajo el sol inclemente del agosto cubano, tres jóvenes graffiteros intervienen una pared que da a una céntrica avenida. Los transeúntes los observan curiosos, extrañados, algunos quizás molestos por lo que consideran un embarre de pintura sin sentido. Los jóvenes intercambian con algunos que les preguntan por el significado de esas letras extrañas, que forman una palabra ilegible que ha resultado ser el apellido, escrito al revés, del fundador del movimiento de graffiteros independientes al que pertenecen estos muchachos.

Lo significativo es que el responsable del taller de reparación automotriz al cual pertenece la pared, dio su autorización para la intervención de los jóvenes, pues él no tiene recursos para pintarla. Lo más curioso es que a lo largo de las seis horas de labor que les lleva "la obra", han pasado varios policías a pie y en autos oficiales, y ninguno de ellos se ha acercado siquiera a preguntarle a los pintores qué hacen, qué dice su pintada.

Mientras los jóvenes graffiteros realizan una faena que en el resto del mundo se hace con nocturnidad y alevosía, en un templo protestante de La Habana un grupo de alrededor de sesenta fieles, seguidores de un ex pastor excluido de su denominación religiosa, se han encerrado, según se dice en la calle, a esperar el proximísimo fin del mundo anunciado por su líder. La policía, sí convocada en este caso, rodea el sitio con el argumento expreso de evitar incidentes. Lo que ocurra dentro de las paredes de la iglesia se ha dejado a la decisión del pastor excomulgado y sus fieles. Aunque los cubanos sean gregarios por naturaleza, no parece factible que se produzca en esa iglesia una inmolación colectiva. Y si ocurre, es que en Cuba las cosas están cambiando demasiado.

Al mismo tiempo corre por la capital cubana una pregunta que va perfilando su respuesta a base de rumores. ¿Y qué ha pasado con el cable de fibra óptica que, tendido desde Venezuela, conectaría a Cuba con las redes de transmisión de datos e imágenes y cuya operatividad fue alegremente anunciada para este verano que se extingue [con tanto sol y calor, como lo habrán comprobado los graffiteros]? Se dice, extraoficial y callejeramente que la conexión no se ha podido realizar por haber existido serios problemas operativos debido a manejos corruptos de funcionarios cubanos encargados de tan importante misión. La prensa plana, radial, televisiva y digital de los sitios del Estado y el gobierno, nada han dicho al respecto. Ni de porqué no hay cable, ni sobre si hay o no corrupción. Y ante el silencio, el rumor es dueño y señor.

De lo que sí hablaron, y mucho, los sitios digitales más oficiales fue de las declaraciones que hiciera en Miami el músico cubano Pablo Milanés, quien, entre otras cosas declaró que había dejado de ser fidelista [devoto de Fidel Castro] y además aceptó un diálogo con un destacado opositor al sistema cubano. Aunque los periódicos y la televisión no hablaron del incidente, ni de los varios conciertos realizados en Estados Unidos por este importantísimo músico, los sitios y revistas digitales lo castigaron duramente por lo que consideran una infidelidad [y nunca mejor utilizado el término], e incluso, hasta se habló de traición a los principios. Sin embargo, según ha trascendido por agencias de prensa no cubanas, Pablo Milanés ha regresado a Cuba y se encuentra, esperamos que tranquilamente, en su casa habanera.

Algo que con orgullo se ha reconocido es que ya pasan de 300 mil las personas que han solicitado licencias de "trabajo por cuenta propia" y han montado sus pequeños negocios a lo largo de la isla. La conclusión sacada por esos "independientes" parece haber sido la misma: aunque se deba trabajar más y pagar impuestos, resulta más rentable ser trabajador por cuenta propia que serlo para el Estado, con los salarios que paga el Estado.

También se ha anunciado el hecho extraordinario de que el Narciso de Caravaggio, y quizá otras dos obras del maestro italiano y otras varias debidas a sus seguidores, viajarán en breve a La Habana para ser exhibidas durante dos meses. Todo parece indicar que sería la primera ocasión en que un Caravaggio llegase a América Latina y, sin duda, una ocasión única para que los cubanos se asomen, como Narciso, a una de las más retumbantes creaciones del genio humano.

Como los graffiti, algunas cosas llegan tarde a Cuba. Otras cosas escogen a Cuba para llegar. Y otras sencillamente no llegan, o se les hace difícil llegar. De algunas se habla oficialmente y otras caen en el pozo sin fondo del llamado secretismo, en muchas formas auxiliado y sostenido por alguna de las cosas que no llegan, como el acceso público a Internet que, quizás, podía haber garantizado el controvertido cable de fibra óptica.


[leonardo padura fuentes, La Habana, septiembre del 2011, servicio de columnistas de la agencia de noticias ips: ipsnoticias.net]
 
 
 
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Cuba, cinco años después


  padura
   
Hace cinco años se hizo público el anuncio, dictado por Fidel Castro, de que, por razones de salud, delegaba “provisionalmente” sus altos cargos al frente del Estado y el Gobierno cubanos y colocaba sus responsabilidades en manos de una pentarquía encabezada por su hermano Raúl hasta tanto su estado físico le permitiera retornar por sus fueros. Con los meses se fue haciendo evidente que el regreso planificado del todavía por entonces primer secretario del gobernante y único partido admitido en Cuba, el comunista, no iba a ser tan inmediato y poco después se reveló que resultaría imposible y se anunció su retiro de la vida política activa… aunque no de la política.

La lejanía del líder de la Revolución de 1959 y por muchos años poseedor de los máximos cargos del país abrió un interrogante que un año después comenzó a tomar forma: ¿sería igual una Cuba sin Fidel al frente que la Cuba gobernada por Fidel? Hoy, cinco años después, quizá resulta posible aventurar una respuesta de ciertas sonoridades socráticas: la Cuba de hoy es la misma de Fidel, pero a la vez bastante diferente de la que gobernaba Fidel.

Sin que las esencias del sistema socialista cubano y su proyección política hayan cambiado sustancialmente, las estructuras y concepciones sociales y económicas han sufrido una violenta revulsión, muy visible en dos o tres renglones altamente significativos. Se ha producido un cambio total del equipo de Gobierno encargado de la economía [y no sólo la economía], una reanimación y ampliación del trabajo por cuenta propia y de las potencialidades de la propiedad privada, una guerra contra la corrupción de alto nivel, una sustitución de la retórica triunfalista por una más realista… entre otras variaciones.

En los cinco años transcurridos, quizá la mayor transformación haya radicado en el cambio de una visión política de la economía por el de una visión económica de la política. La revelación de las proporciones de la ineficiencia económica imperante en el país empujó hacia un necesario saneamiento de sus mecanismos financieros, productivos y comerciales, como condición para la supervivencia de un modelo político. De ahí la derogación de medidas de puro carácter político que impedían la recaudación de circulante [telefonía celular, venta de equipos electrodomésticos y de computación, apertura de las instalaciones turísticas a los ciudadanos cubanos, etc.] y otras incluso más profundas como una nueva repartición de las improductivas tierras estatales a productores privados y la apertura de la microempresa individual o familiar como fuente de creación de bienes y recursos, de recaudación de ingresos por impuestos y de absorción de mano de obra, justo cuando el Gobierno “descubría” que el pleno empleo cubano escondía la existencia de más de un millón de trabajadores pagados por el Estado sin contenido real de trabajo.

A los que hemos vivido en Cuba todos estos años casi nos parece increíble que lo evidente por fin se haya hecho política de Estado, con la eliminación de métodos de movilización social tan arraigados como el del trabajo voluntario, por ser considerado improductivo e irrentable; de las brigadas estudiantiles que cada año debían sacrificar parte de sus vacaciones en labores para las cuales no estaban aptos y que engendraban más gastos que beneficios; o la supresión de los centros de enseñanza media ubicados fuera de la ciudad con la intención de facilitar la combinación del estudio con el trabajo, sin que al final ninguno de los dos fuesen muy rentables: ni el estudio ni el trabajo, y menos aún, la formación ética y civil de esos jóvenes.

En el puro terreno político quizá el hecho más significativo haya estado en la liberación de más de medio centenar de presos, la mayoría de ellos encarcelados en la primavera de 2003 y condenados a largas penas. Gracias a la mediación de la Iglesia católica y a la intervención de España como facilitadora, alrededor del 90% de esos expresos hoy están fuera de Cuba y, con su liberación, el Gobierno de Raúl Castro consiguió resolver una crisis política que se había abierto con la muerte del huelguista de hambre Orlando Zapata y amenazaba complicarse con el posible fallecimiento del disidente Guillermo Fariñas.

Pero, mientras se le quitaba presión a la olla política, se ponía más fuego en la guerra contra la corrupción de funcionarios públicos, y sólo en lo que va del año son ya 36 los burócratas, incluidos un exministro y un exviceministro, juzgados y condenados…

Sin embargo, fue en abril de este año, durante la celebración del VI Congreso del Partido Comunista, cuando Raúl Castro hizo el anuncio que definitivamente distingue su forma de hacer política: junto con la orden de que se imponía un cambio radical de mentalidad para dirigir y vivir en un país que comienza a ser diferente, anunció la decisión de que los altos cargos del Gobierno y el Estado sólo puedan ser ejercidos por dos periodos de cinco años.

Esta mutación de estilo y proyección, inédita en un Estado socialista de partido único, y más profunda de lo que aparenta desde el presente, parece marcar el fin de un modelo de Gobierno y una forma de hacer política hacia otra que podrá ser de muchas maneras, pero ya distinta de la que patentizó Fidel Castro en sus más de 46 años al frente del país.


[leonardo padura fuentes, La Habana, agosto del 2011, servicio de columnistas de la agencia de noticias ips: ipsnoticias.net]
 
 
 
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Cuba, treinta años despúes

crónica de eduardo galeano escrita en 1988/89... interesante volver a leerla hoy
¿son treinta o son ya cincuenta años después?


  galeano
   
Simón Bolivar decía de sus amigos: «saben elogiarme, pero no saben defenderme». A Cuba le ocurre, sospecho, algo parecido. Los abogados de la revolución vienen haciendo desde hace 30 años años, la propaganda del paraíso. Por amor a Cuba, le faltan el respeto: faltan el respeto a la realidad. Simétricamente, los enemigos de la Revolución Cubana, que tanto dinero tienen, y tanto poder, le faltan el respeto confundiéndola con el infierno.


a viva voz

Los visitantes honestos descubren, en la isla, una realidad alucinante y contradictoria y muy terrestre. La Revolución hecha de barro humano, no es obra de dioses infalibles ni de malignos satanases: ella es de este mundo, y por ser de este mundo, es también del mundo que viene.

La realidad desconcierta a quienes esperan encontrar un gran campo de concentración rodeado de palmeras, un pueblo castigado, condenado al miedo eterno. Se precisa mucho prejuicio para no sucumbir al abrazo de este pueblo cariñoso y protestón, que se queja y ríe a viva voz y contagia dignidad y frescura a quien se arrime.

Cualquiera que no tenga telarañas en los ojos puede ver que la gente se expresa a pleno pulmón, y que es imposible caminar un paso sin tropezar con algún hospital o alguna escuela. Pero no se desconciertan menos quienes acuden a una cita con el anunciado reino de la perfecta felicidad: en Cuba encuentran tiendas vacías, teléfonos imposibles, transportes pésimos, una prensa que a veces parece de otro planeta y una burocracia que para cada solución tiene un problema. La burocracia está empeñada en convertir la vida cotidiana de la gente en un ascenso al Gólgota.


la trampa de la burocracia


Estos han sido 30 años de bloqueo y guerra. Guerra contra un imperio que está ahí ahora, a un pasito, y que no puede perdonar la insolencia de la colonia perdida; y guerra, sobre todo, contra el subdesarrollo y sus poderosas estructuras de la impotencia.

Pero el acoso económico y la amenaza militar, dramáticamente reales, sirven, a veces, de coartada. La burocracia usa explicaciones mágicas para absolverse de responsabilidad y lavarse las manos. Está todo claro, cualquiera duda se hace sospechosa de herejía: los largos años de bloqueo tienen la culpa de cualquier ineficiencia. Y en tiempos de guerra, las órdenes de arriba no se discuten. El lenguaje de consignas sustituye la realidad que es por la que debe ser.

Bajó la orientación, dice el burócrata, y así trasmite una sentencia divina.


el desafío

La burocracia, enemiga de la esperanza, desprestigia al socialismo. Su asombrosa capacidad de ineficiencia y su costumbre de dar órdenes en lugar de explicaciones, hacen indirecta propaganda al egoísmo como destino inevitable del hombre. Si por la burocracia fuera, los estados socialistas serían cada vez más estados y cada vez menos socialistas, lo que equivale a reconocer que la jodida condición humana no merece nada mejor que el reino capitalista de la codicia.

Pero la justicia social no tiene por qué ser enemiga de la libertad, ni de la eficacia, y el socialismo tiene planteado este tremendo desafío en el mundo de nuestro tiempo.

Fidel se ríe de los copiones: de los prosoviéticos, de los prochinos, y también de los procubanos. La imitación de los modelos ajenos y la aplicación mecánica de las recetas importadas actúan, a la corta o a la larga, contra la fecundidad creadora: siempre será mejor equivocarse por cuenta propia, dice Fidel, que equivocarse por cuenta de otros. Porque al menos, seremos unos equivocados independientes.

Cuba debe mucho a la ayuda de los países socialistas, sin duda, y los cubanos son los primeros en reconocerlo, pero es estos tiempos de perestroika, está ocurriendo una situación paradójica: quienes siempre acusaron a Cuba de ser un satélite soviético, ahora la acusan de no serlo.

Mientras tanto, Cuba busca un camino propio para salir del atolladero burocrático. Yo creo que lo encontrará, más temprano que tarde. Porque la burocracia se reproduce repitiéndose, pero las revoluciones, cuando son verdaderas, se multiplican transformándose.


balance de cumpleaños

Y esta revolución verdadera, que nació muy de abajo hacia arriba, y que ha crecido muy de adentro hacia afuera, tiene en la burocracia su penitencia, pero no su destino.

En Cuba no hay ningún descalzo, ningún analfabeto, ningún hambriento. Dicen los cubanos que ni Diógenes, con su linterna, podría encontrar allí, lo que en América Latina sobra por todas partes. Y tienen razón: a 30 años de la fuga de Fulgencio Batista, ellos viven una vida más larga que los demás latinoamericanos y tienen los niveles de salud y educación más altos del llamado Tercer Mundo.

También es cierto, indudablemente cierto, que a partir de la Revolución Cubana, América Latina se ha hecho más independiente y más latinoamericana.

Y otra cosa en tren de hacer balance de cumpleaños: Cuba es, hoy por hoy, el país más solidario del mundo. ¿Qué habría sido de Angola sin los 50000 cubanos que desde hace años la defienden, contra los racistas de África del Sur, a cambio de nada? ¿Qué habría sido de Nicaragua sin los médicos y los maestros y los técnicos que, a cambio de nada, acuden desde Cuba? ¿En cuántos países los cubanos han sido los primeros en llegar, a cambio de nada, a la hora de hacer frente a una peste, un huracán o un terremoto? ¿Cuántos muchachos latinoamericanos y africanos se están educando en Cuba, a cambio de nada?

En estos 30 años, Cuba ha derrotado su hambre, ha multiplicado la dignidad latinoamericana y ha dado un continuo ejemplo de solidaridad al mundo.

Todo eso no es poco. Y por todo eso, aunque sus enemigos tuvieran razón en lo que contra Cuba dicen y mienten, valdría la pena seguir jugándose por ella. Con burocracia y todo.


[crónica de eduardo galeano escrita en 1988/89; publicada en el libro El tigre azul y otros artículos, editorial ciencias sociales, La Habana, 2002]

 
 
 
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limpiémonos la cabeza de tonterías de todo tipo

extractos de discurso del presidente cubano raúl castro


  conraul1
   
[...] El mayor obstáculo que enfrentamos en el cumplimiento de los acuerdos del Sexto Congreso es la barrera sicológica formada por la inercia, el inmovilismo, la simulación o doble moral, la indiferencia e insensibilidad y que estamos obligados a rebasar con constancia y firmeza, en primer lugar, los dirigentes del Partido, el Estado y el Gobierno en las diferentes instancias nacionales, provinciales y de los municipios.

Seremos pacientes y a la vez perseverantes ante las resistencias al cambio, sean estas conscientes o inconscientes. Advierto que toda resistencia burocrática al estricto cumplimiento de los acuerdos del Congreso, respaldados masivamente por el pueblo, será inútil.

Nunca he sido partidario del apresuramiento ni de los cambios bruscos, prefiero mil veces razonar, convencer, educar y sumar que sancionar, pero ante las violaciones de la Constitución y de la legalidad establecida no queda otra alternativa que recurrir a la Fiscalía y los Tribunales, como ya empezamos a hacer, para exigir responsabilidad a los infractores, sean quienes sean, porque todos los cubanos, sin excepción, somos iguales ante la ley.

Sin cambiar la mentalidad no seremos capaces de acometer los cambios necesarios para garantizar la sostenibilidad, o lo que es lo mismo, la irrevocabilidad del carácter socialista y del sistema político y social consagrados en la Constitución de la República.

Limpiémonos la cabeza de tonterías de todo tipo, no olviden que ya concluyó la primera década del siglo XXI, y es hora.


[...] conociendo a los cubanos y por su importancia repito: todas las opiniones deben ser analizadas y cuando no se alcance el consenso, las discrepancias se elevarán a las instancias superiores facultadas para decidir y además nadie está mandatado para impedirlo


[...] Como parte de las medidas que se valoran en la senda de reducir prohibiciones y regulaciones emitidas en otros momentos del proceso revolucionario en legítima defensa ante las agresiones a que hemos sido sometidos por más de 50 años y también modificar diferentes decisiones que jugaron su papel en determinadas circunstancias y después perduraron innecesariamente, aprovecho la oportunidad para informar a los diputados y a los ciudadanos que nos encontramos trabajando para instrumentar la actualización de la política migratoria vigente, en función de lo cual se ha venido avanzando en la reformulación y elaboración de un conjunto de normativas reguladoras en esta esfera, ajustándolas a las condiciones del presente y el futuro previsible.

Damos este paso como una contribución al incremento de los vínculos de la nación con la comunidad de emigrantes, cuya composición ha variado radicalmente con relación a las décadas iniciales de la Revolución, en que el gobierno de Estados Unidos amparó a los criminales de la dictadura batistiana, a terroristas y traidores de todo tipo y estimuló la fuga de profesionales para desangrar al país. Recordemos, por solo mencionar un ejemplo, que de seis mil médicos con que contábamos al comienzo de la Revolución, en 1959, la mitad —3 000— partió al extranjero.

Hoy los emigrados cubanos en su aplastante mayoría lo son por razones económicas, si bien algunos pocos todavía alegan ser víctimas de persecución política para granjearse adeptos y ayuda de sus patrocinadores en el exterior o justificar el abandono de una misión o contrato. Lo cierto es que casi todos preservan su amor por la familia y la patria que los vio nacer y manifiestan de diferentes formas solidaridad hacia sus compatriotas.

Precisamente las aspiraciones de mejorar el nivel de vida constituyen la principal motivación para los movimientos migratorios, no solo en Cuba, sino a escala global, alentados además por el descarado robo de cerebros que practican los países poderosos en detrimento del desarrollo del Tercer Mundo.

  conraul2
   
En nuestro caso, no podemos olvidar que somos el único país del planeta a cuyos ciudadanos se les permite asentarse y trabajar en el territorio de Estados Unidos sin visa alguna, con independencia de la legalidad del modo empleado para lograrlo, en virtud de la criminal Ley de Ajuste Cubano de 1966, hace 45 años, y la política llamada de "pies secos y pies mojados" que favorece el tráfico de personas y ha provocado numerosas muertes de inocentes.Este sensible asunto ha sido objeto de manipulación política y mediática durante largos años en el propósito de denigrar a la Revolución y enemistarla con los cubanos que viven en el extranjero.

Nadie en la gran prensa internacional habla de la citada Ley de Ajuste, es como si no existiera. Los emigrados cubanos son, a resultas de la mentira repetida miles de veces, denominados "exiliados políticos" que escapan del comunismo. Es decir, para ellos de Cuba los ciudadanos "se escapan", mientras que del resto del mundo emigran.

¿Qué pasaría si en Estados Unidos o la Unión Europea se pusiera en vigor una ley de ajuste latinoamericano, asiático o africano? La respuesta es obvia. Ahí está el gigantesco muro construido en la frontera norte de México y las miles de muertes que, año tras año, se producen en desiertos y mares aledaños a los centros del poder mundial.

Como es lógico, la flexibilización de la política migratoria tendrá en cuenta el derecho del Estado revolucionario de defenderse de los planes injerencistas y subversivos del gobierno norteamericano y sus aliados y al propio tiempo, se incluirán contramedidas razonables para preservar el capital humano creado por la Revolución frente al robo de talentos que aplican los poderosos.

Hasta aquí el tema de la emigración. [...]


[raúl castro rúz, La Habana, agosto 1ro del 2011; discurso pronunciado ante la Asamblea Nacional del Poder Popular y publicado en: diario granma]

 
 
 
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Cuba : autos, casas, corrupción…


  padura
   
Posiblemente Cuba sea la única nación del mundo en la cual, desde hace medio siglo, ningún ciudadano del país puede adquirir libremente [y el puede en este caso no tiene las habituales connotaciones económicas] un automóvil o una casa nuevos.

Como parte de las políticas igualitarias y de absoluto control estatal de la mayoría de las propiedades existentes en el país, a lo largo de estas cinco décadas el Gobierno socialista fue dictando una serie de leyes y regulaciones que, originalmente destinadas a limitar la cantidad de propiedades acumulables y a establecer reformas en la tenencia de los bienes inmuebles [la llamada Reforma Urbana], permitían a las personas conservar algunas de estas propiedades –una [1] casa, un [1] automóvil–, que, en realidad, no eran totalmente suyas, pues sólo en casos excepcionales [automóviles fabricados antes de 1959] podían ser libremente vendidos a otro ciudadano.

Para llegar a tener una casa o un auto nuevo se crearon complejos mecanismos todavía hoy existentes. En algunos momentos de cierta bonanza económica fue posible que algunos esforzados llegaran a construir casas en terrenos o azoteas de propiedad o usufructo familiar, lo cual se ha bautizado como construcción con “esfuerzo propio”. Sin embargo, el más recurrido de los caminos fue el procedimiento mediante el cual el abarcador Estado “otorgaba” al ciudadano, por méritos o necesidades excepcionales, algunos de estos bienes, con la coletilla de que eran disfrutables por el beneficiado, y en muchos casos también heredables por sus familiares, pero nunca podían ser vendidos a otra persona, a pesar de que el “otorgamiento” podía incluir el título de propiedad mediante el contrato de compra, en dinero contante y sonante, a precios realmente asequibles para la mayoría de esos afortunados.

En los últimos 15 años, ya en plena crisis económica de los años 1990, se extendió la posibilidad de comprar autos –nuevos o de segunda mano, pero de fabricación más reciente– a personas que, también por vías excepcionales, acumulaban las divisas necesarias para adquirirlos y obtenían de varios presidentes de instituciones, ministros y hasta de un vicepresidente del Consejo de Estado y de Ministros la famosa “carta” que los autorizaba a comprarle a una dependencia de ese mismo Estado un auto gravado con altísimos impuestos… auto que, tampoco, era posible vender a otra entidad que no fuera el propio Estado que lo había vendido y luego lo compraba a bajísimos precios, como suele suceder en todas las actividades económicas monopolizadas. Con los inmuebles, las regulaciones siguieron siendo más o menos las mismas, pues se buscaba con la prohibición de las ventas y las limitaciones de los intercambios de casas [conocidas como permutas] que los involucrados no pudieran lucrar con la venta o cambio de su domicilio.

Para controlar las limitadas posibilidades de realizar alguna operación con estos bienes, que como se ve no eran tan propios, en el caso de los inmuebles se creó una Ley General de Vivienda que regulaba prácticamente cualquier movimiento legal o ilegal. A la Ley, con los años, se le fueron añadiendo coletillas cada vez más asfixiantes en forma de Decretos-Ley [5], Decretos [2] y otras 180 disposiciones “de rango inferior, entre resoluciones, instrucciones y circulares del Instituto Nacional de la Vivienda, el Ministerio de Justicia y otros organismos”.

Mientras, en el caso de los vehículos automotores funcionaban “40 prohibiciones o limitaciones […] para la transmisión de la propiedad”.

Lo significativo es que, a pesar de tanta regulación y vigilancia, sobre todo en el caso de los inmuebles se fue creando un mercado subterráneo donde, para su funcionamiento, por supuesto que se debía nadar en el mar de las ilegalidades al cual muchos se lanzaban por arriesgados o por desesperados. Además, ninguna de esas medidas propició un verdadero alivio en el tenso estado del fondo inmobiliario cubano, en déficit permanente y con una creciente aglomeración de inmuebles en mal estado.

Ahora el Gobierno cubano, en el proceso de “actualización del modelo económico” emprendido por el presidente Raúl Castro, ha decidido flexibilizar la compra-venta de estos dos objetos del deseo de tantos cubanos. El anuncio de tal liberalización del mercado inmobiliario y automotor no contempla aún la libre oferta de casas o vehículos nuevos [lo cual sería un excelente negocio para el Estado monopólico], sino sólo de los ya existentes en el país, y mediante unas normas que incluyen impuestos sobre la venta, la herencia y la propiedad. Cincuenta años después, la práctica más o menos universal retorna a este mercado en Cuba…

Al igual que en las citas anteriores, todas reproducidas de la información publicada por el diario Gramna, órgano del gobernante Partido Comunista de Cuba [edición del viernes 1 de julio, en la reseña de una “reunión ampliada del Consejo de Ministros”], ahora vuelvo a utilizar las comillas, pues, significativamente, en el diario oficial se afirma que con la nueva política también se pretenden eliminar “regulaciones burocráticas que propicien la repetición de las manifestaciones de ilegalidades y corrupción”

Cuando menos resulta curioso que tanta ley, decreto, resolución y prohibición, hayan prohijado, al final del camino, infinidad de violaciones, entorpecimientos, corrupciones e ilegalidades, de las cuales se beneficiaron por décadas los más pícaros, los más arriesgados, y una legión incontable de burócratas corrompidos por las ebulliciones de esas leyes y decretos que supuestamente debían observar y aplicar para el bien de todos.


[leonardo padura fuentes, La Habana, julio del 2011, servicio de columnistas de la agencia de noticias ips: ipsnoticias.net]
 
 
 
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cambios en las mentes


  padura
   
Con esperanzas para algunos y con escepticismo para otros; con temor o satisfacción por lo que vendrá o podría venir; hasta con el sentimiento de que lo proyectado pueda ser una renuncia a viejos principios ideológicos o con la certeza de que apenas se trata de un maquillaje: de todas estas y otras formas, a veces tan antagónicas, han sido recibidos en la isla y reflejados por la prensa internacional los acontecimientos ocurridos en Cuba durante la última semana. Pero, en ningún caso, los acuerdos, decisiones, proyecciones del
6. Congreso del Partido Comunista de Cuba han dejado indiferentes al mundo: Cuba tiene un magnetismo [morboso en ocasiones, admirativo en otras] que haría imposible esa última reacción.

Aunque la noticia no resultó sorprendente, mucho se ha hablado de la renuncia de Fidel Castro, el líder histórico, gobernante por más de 45 años de los destinos del partido, el Gobierno y el Estado cubanos, quien ha decidido pasar a ser un simple militante del partido –aunque todos sabemos que será todo menos “simple”.

Más sorprendente y conmovedora [política y hasta humanamente hablando] resultó la propuesta del nuevo primer secretario y ya presidente de la República, Raúl Castro, de establecer que se reduzcan a dos periodos de cinco años las estancias en el poder de las figuras que regirán los destinos de la nación, ya sea desde el Gobierno, el Estado y el propio partido, algo inédito en la estructura dirigente de un país socialista, donde las altas esferas apenas solían alterarse por la llegada de la muerte. De qué modo se producirán esos relevos aún está por ver.

Esperada, asimismo, resultó la propuesta de toda una reestructuración de un modelo económico obviamente agotado, que buscará con alternativas como las inversiones extranjeras, el trabajo, los impuestos y la producción privada, la descentralización del Estado, la eliminación de trabas burocráticas y la reducción de subvenciones. Todas estas medidas procuran la necesaria competitividad mercantil que reclama con urgencia un país agobiado por una interminable crisis económica y una rampante ineficacia productiva, y con una sociedad deformada por los modos en que se accede a bienes y servicios.

La palabra mercado, por décadas satanizada por los círculos oficiales cubanos [hasta para la comercialización de libros] ha reaparecido, pero antes y mucho más que ella se ha repetido una y otra vez el término clave que hoy debe imponerse en Cuba: cambio. ¿Cuán profundos y radicales serán esos cambios? ¿Afectarán las esencias económicas y sociales del sistema, incluso las políticas? Eso también está por verse, pero lo indudable es que los cambios han llegado y seguirán llegando, no siempre por deseados [para ciertos sectores de la dirigencia del país], pero en todos los casos por inevitables –pues muchos de ellos ya se habían instalado en nuestra sociedad y otros se imponen como un reclamo de los tiempos y la realidad cubana y planetaria.

Sin embargo, poco, casi nada, se ha hablado de otras raigales transformaciones que deberán o deberían acompañar los cambios económicos, sociales y hasta políticos propuestos o aprobados. Cambios tal vez más sutiles, pero indispensables y no menos esenciales, entre los que valdría la pena recordar las urgentes transformaciones en la mentalidad verticalista, ortodoxa, fundamentalista, excluyente que, alimentada por años, tuvo la capacidad de convertir en sospechoso, cuando no en enemigo, a todo el que disintiera de las posiciones oficiales y pretendiera pensar con sus propias neuronas y no con las que “el momento”, “la situación del país”, “la orientación desde arriba”, permitían y avalaban. Si hace cinco, siete años, alguien en Cuba hubiera propuesto medidas como las adoptadas esta semana por el congreso partidista, seguramente habría sido catalogado de revisionista, incluso de contrarrevolucionario y estigmatizado como tal por un sector cavernario de la burocracia gobernante.

Sin cambios profundos en esta manera de conducir el pensamiento y admitir la libertad de expresarlo por los demás será difícil instrumentar una verdadera cultura que se sostenga sobre la necesidad de “cambiar todo lo que debe ser cambiado”, pues los acuerdos y decisiones partidistas no van a eliminar de un día para otro la tendencia a acusar [por los de arriba] y la reacción de temer [por los de abajo]. Muchos años y demasiadas acusaciones y miedos se acumulan en las vidas y conciencias de los cubanos como para que esta transformación llegue de inmediato, aun cuando lo cierto es que en la Cuba de hoy los niveles de permisibilidad y heterodoxia resultan estar a distancias siderales de los que existieron treinta, cuarenta años atrás, cuando cualquier opinión fuera de tono era considerada un “problema ideológico” o un modo de darle “armas al enemigo”: aun cuando se tratara de la más obvia y dolorosa verdad.

Demasiados años de verticalidad política, de abultado poder de la burocracia, de considerar enemigo a quien no pensase exactamente igual son lastres que la proyección hacia el futuro de los lineamientos sociales y económicos aprobados deben insistir en hacer desaparecer para que brote una sociedad más viva y audaz. Como también debe esfumarse la posibilidad de estigmatizar al inconforme, una fuerza a la que tantas veces ha recurrido esa retardataria burocracia y, por tanto, reaccionaria, responsable no sólo de incontables desastres económicos [por los cuales nunca ha pagado o si acaso lo ha hecho sólo con la pérdida de ciertos privilegios], sino, y sobre todo, promotora de la sustracción de la cultura del diálogo y la inconformidad expresa como componentes de la diversidad social. Esa necesidad de admitir lo nuevo, lo diferente, lo heterodoxo que hoy, también, se reclama desde la dirección partidista y gubernamental cuando el propio Raúl Castro reconoce que “lo primero a cambiar dentro del PCC es la mentalidad, es lo que más nos va a costar porque ha estado atada durante años a criterios obsoletos”.

Solo así habrá verdaderos cambios en Cuba. No sólo por decreto, sino también por consenso. No sólo promovidos desde arriba, sino también empujados desde todos los rincones.


[leonardo padura fuentes, La Habana, abril del 2011, servicio de columnistas de la agencia de noticias ips: ipsnoticias.net]
 
 
 
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¿raúl castro? sin romper huevos no se hace tortilla


  pedrojuan
   
Estamos en el barrio chino de La Habana y Pedro Juan Gutiérrez, 58 años, se siente como en casa. Los personajes que nos rodean mientras comemos en una terraza son los mismos de sus cuentos y novelas: hay borrachines, buscavidas, jineteras, policías y activistas del mercado negro que han sobrevivido a las últimas redadas, también camareros y comerciantes honrados, mientras no se demuestre lo contrario. No todo el mundo va erotizado y con el sexo en ristre como en sus historias, pero el morbo sí está presente en andares y miradas.

Hace años, Pedro Juan publicó en España Trilogía sucia de La Habana, una recopilación de cuentos duros que tuvo gran impacto internacional. "Se ha editado en 18 lenguas y 20 países, ahora la quieren en Suecia, Rusia y Japón", dice. La comida es justamente para celebrar el aniversario y exorcizar el maleficio que ha impedido que vea la luz en su país. "Yo tengo paciencia, algún día se publicará...".

Pasa un empleado: "Mejor quiten de ahí la grabadora que se la van a robar".

Trilogía tiene vigencia absoluta. Según Pedro Juan, ello se debe a que "no es una simple memoria del periodo especial, es un retrato de La Habana misteriosa, de la ciudad oculta que está ahí y siempre ha estado". Los personajes marginales en que se inspira son los mismos que han existido siempre. "Si yo viviera tres años en España podría hacer una trilogía sucia de Madrid. El problema es que aquí da picazón porque se habla mucho del pueblo heroico, y mi literatura choca con esa propaganda".

Está en contra de que se haga una "lectura política" de su obra. Pero se ha hecho. De las nueve novelas que tiene publicadas en el extranjero, sólo tres se han editado en Cuba. Está la censura, y también la autocensura. "Pero uno ha de tratar de correr cada día un poquito la frontera del silencio para ayudar a que la gente piense y reflexione".

El chop suey está excelente, aunque sus vegetales son de dudosa procedencia. El barrio chino, como todos, ha sido sacudido recientemente por redadas policiales contra el mercado negro, un intento de controlar la especulación tras el paso reciente de dos huracanes. "Es una barbaridad: sé de casos en que le han echado un año de cárcel a alguien por vender unos cartones de huevos". El malestar de la gente crece, y debido a la necesidad, las ilegalidades en vez de disminuir aumentan, dice Pedro Juan.

Los chinos lo arreglaron hace tiempo en su país. Pero en Cuba no acaban de arrancar. "El Gobierno ha de abrir espacios y sentar las bases de una economía solvente, si no no hay nada que hacer", piensa Pedro Juan. "Toda situación de pobreza material genera miseria moral. La gente tiene que sobrevivir, y si para ello ha de convertirse en delator o en puta, pues lo hace. El problema es que llevamos demasiado tiempo así". Una de las cosas que más le preocupa es el éxodo constante de gente talentosa que se marcha del país. "Es una sangría". Confía en la voluntad del Gobierno de Raúl Castro en impulsar los cambios, pero advierte: "No se puede hacer una tortilla sin romper huevos". El tiempo pasa... Y pasa una mulata y nos guiña un ojo.


[pedro juan gutiérrez, entrevista con mauricio vicent, noviembre del 2008 : elpais.com]
 
 
 
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La Habana renace…


  padura
   
La Habana está renaciendo. No podría asegurar si de la mejor manera, pero el renacer es evidente. Apenas oficializadas las primeras medidas de la “actualización del modelo económico cubano”, que adquirirá su forma y proyecciones definitivas en las sesiones del congreso del Partido Comunista que se efectuará a mediados de abril, los efectos de la nueva política han comenzado a variar, de manera acelerada, la fisonomía física de una ciudad que, en los últimos cincuenta años, parece haberse detenido en el tiempo [e incluso retrocedido con el avance del deterioro].

Hasta este instante la apertura más contundente y visible ha sido la de la revitalización del trabajo por cuenta propia, con una ampliación de sus categorías y actividades [nada espectacular, pues ha estado centrada en los oficios y muy pequeños negocios más que en las profesiones]. Para ejercer las distintas posibilidades de trabajo privado ya se han concedido en el país una cifra notable de nuevas licencias, a pesar de que, en su mismo nacimiento, se ha establecido un fuerte sistema impositivo que hace dudar de la capacidad de muchos aspirantes para poder cumplir a cabalidad los compromisos fiscales.

Esta alternativa laboral independiente, por muchos años prohibida y luego estigmatizada, cumple diversas misiones, entre ellas las de absorber una parte de los empleados estatales y gubernamentales que quedarán “disponibles”, según la retórica cubana. La cifra de los despedidos se calcula que alcanzará más de un millón cuando el proceso haya concluido, aunque ahora mismo su puesta en práctica ha sido desacelerada ante la evidencia de que la sociedad y la economía no tienen demasiadas alternativas laborales para tantas personas. A la vez, el trabajo por cuenta propia intenta dar un leve pero necesario impulso desde abajo a la descentralización de las estructuras económicas de un modelo en el cual, hasta hoy, la presencia del Estado ha sido como el de la esencia divina: ha brillado en todas partes, aunque no siempre resulte visible o tangible. En el mercado laboral, por cierto, la presencia estatal y gubernamental era absoluta y hegemónica, aunque desde la crisis de la década de 1990 sufrió cuantiosas deserciones, habida cuenta de que los salarios oficiales resultan insuficientes para los niveles de gastos del empleado promedio y muchas personas en edad laboral prefirieron pasar a la actividad del “invento”, término cubano en el que se engloban las más disímiles estrategias de supervivencia.

Entre los “nuevos negocios” a los cuales han acudido los cubanos bajo las condiciones legales recientemente aprobadas, dos sectores han resultado los más recurridos: la gastronomía y la venta de productos agrícolas en todos los puntos de la ciudad. La avalancha de cafeterías, pequeños restaurantes y vendedores callejeros y ambulantes [que necesitan una mínima o ninguna inversión previa] han introducido un ambiente de creatividad y movilidad que, en el aspecto físico, va dando al entorno urbano una imagen de feria de los milagros en la que cada cual vende lo que puede y como puede: las cientos de cafeterías [y uno se pregunta: ¿habrá clientes para todas esas cafeterías, en un país donde la mayoría de los salarios, como ya se ha dicho, apenas garantizan la subsistencia?] brotadas en cada esquina, en portales, o locales rústicos, casi siempre surgen sin la menor sofisticación y con la característica de que los alimentos adquiridos se consuman de pie, en las aceras, ofreciendo una imagen de provisionalidad y pobreza que resultan dolorosas.

Mientras, los vendedores de hortalizas y algunas otras producciones agrícolas han optado por puestos aun más endebles y peor montados, e, incluso, por la venta en las aceras desde las mismas cajas de madera en que los productos fueron trasladados o almacenados. Sin un asomo de sofisticación, con la convicción de que la demanda supera en mucho la oferta y sin intenciones de atraer por la calidad, la presentación o el precio, estos puntos de venta, más que una imagen de pobreza e improvisación están trayendo a la ciudad unos aires rurales y retrógrados de los que La Habana se había alejado hace muchas décadas.

Junto a estos dos rubros ha salido a la luz, oficialmente aceptado, el negocio de la venta de discos compactos grabados con música, cine y series de televisión, pirateadas de las más imaginativas y diversas formas. Este negocio, que parte de la ilegalidad de la actividad que lo sostiene, florece en La Habana gracias a la legalidad que le concede el hecho de que dedicarse a su venta es un oficio permitido y fiscalizado. De este modo, tarimas rústicas, colocadas en portales y aceras, ofrecen al comprador las últimas producciones del cine norteamericano y las más recientes grabaciones de las estrellas del espectáculo, por precios que incluso atraen a los turistas extranjeros de paso por la ciudad.

La búsqueda de soluciones individuales a través del montaje de estos pequeños negocios, sin que existan demasiadas regulaciones arquitectónicas y urbanísticas que los controlen, van dando a la capital cubana una imagen de feria sin límites ni concierto, de ciudad en la que lo rural se mezcla con lo urbano, la novedad con la improvisación y la fealdad y la sensación de pobreza se convierten en el sello más característico. En fin, La Habana cambia porque tenía que cambiar… y uno de los precios que paga es el de su ya bastante deteriorada belleza.


[leonardo padura fuentes, La Habana, abril del 2011, servicio de columnistas de la agencia de noticias ips: ipsnoticias.net]
 
 
 
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¿en línea con el mundo?


  padura
   
El cable de fibra óptica que permitirá la conexión plena de Cuba al sistema mundial de telecomunicaciones ha comenzado su recorrido por el lecho del mar Caribe. Desde las costas de Venezuela hasta una playa al suroriente de la isla, deberá extenderse por 1.600 kilómetros, en un proyecto de más de 63 millones de dólares.

Los beneficios prácticos de la operación están garantizados: una vez conectada a través del cable, Cuba dejará de depender de la más costosa y lenta comunicación satelital y tendrá una velocidad de transmisión de 320 gigabytes en cada uno de los dos pares de fibra óptica, por lo que aumentará 3.000 veces su capacidad de trasmisión de datos, voz e imágenes. Además, el país podrá recibir señales telefónicas y televisivas.

Este proyecto, sustentado por los gobiernos de Cuba, Venezuela y Jamaica, forma parte del llamado Sistema Internacional de Telecomunicaciones Alba 1 y es uno de los diversos programas de colaboración entre los países de la región afiliados al bloque de la Alternativa Bolivariana para las Américas. La conclusión de este empeño está prevista para la segunda mitad del año y entonces se producirá la chispa que pondrá a las telecomunicaciones del país al nivel hoy existente en casi todo el planeta. O “en línea con el mundo”, según el eslogan de la Empresa Cubana de Telecomunicaciones.

Sobre estos hechos comienzan a surgir los más diversos interrogantes respecto a la manera en que esa conectividad será administrada por las autoridades de la isla, habida cuenta de la problemática relación que hasta ahora ha existido entre la sociedad cubana y la computación y la conexión al ciberespacio.

La primera paradoja la establece la cantidad de equipos de computación de uso privado que hay en Cuba, posiblemente una de las cifras más bajas del mundo en relación con el alto nivel educacional e informático del país. Hasta hace unos tres años, la adquisición de computadoras y otros componentes ofertados por minoristas estaba prohibida a los ciudadanos cubanos, aunque se permitía ya su importación, también limitada durante mucho tiempo [como también lo estuvo el uso de los teléfonos móviles]. Esta barrera, que fue vencida sucesivamente por alternativas como la de adquirir el equipo a través de un extranjero residente en la isla, o de una institución cubana con licencia para acceder a ellos, o por medio de alguna empresa de capital mixto, tenía [y tiene] como segundo inconveniente el hecho de que un equipo de computación llega a venderse a precios [más de 500 CUC, los pesos convertibles cubanos, unos 600 dólares] que resultan inalcanzables para la mayoría de los ciudadanos, que dependen de un salario estatal que promedia unos 25 CUC mensuales.

Más compleja aún ha sido y es la relación de los cubanos con las comunicaciones por vía digital. Hasta el momento en que se produzca la conexión del cable de fibra óptica, el país seguirá dependiendo únicamente del enlace por vía satelital, más caro y lento, pues la llegada a la fibra óptica también le había sido embargada por Estados Unidos [apenas a 30 kilómetros de las costas cubanas pasa el cable que une a Miami con Cancún]. Esta realidad práctica y tecnológica ha sido lo que ha impedido, hasta hoy, la posibilidad de un mayor acceso de los cubanos a los beneficios de Internet y la comunicación por correo electrónico, al cual el Gobierno ha dado un “uso social” en instituciones y centros de trabajo por encima del individual y privado.

Es por esa razón que sólo a través de una cuenta y un servidor adscrito a una institución del Estado o el Gobierno, o a una institución reconocida, los cubanos pueden tener acceso a distintas calidades de comunicación que van del correo electrónico sin salida internacional al que sí la tiene, y del ingreso a una red interna [intranet] a la entrada a la red internacional –sólo en el caso de personas [entre las que me cuento] a las cuales se les ha concedido por razones de trabajo.

La nueva coyuntura que se abrirá cuando se produzca la conexión de Cuba al cable de fibra óptica cambiará radicalmente [o al menos 3.000 veces] la situación actual y, potencialmente, podría permitir el acceso a la red a todos los interesados [y con posibilidades materiales de hacerlo], una vez vencida la dificultad tecnológica que lo impedía. Por lo tanto, muy pronto la relación de los cubanos con la comunicación digital dependerá sólo de la voluntad política con que el Gobierno asuma estas realidades y los consecuentes retos que implican para un país como Cuba un acceso más abierto a la información y las comunicaciones.

Para una sociedad moderna, el pleno ingreso a los canales informativos de la red es, más que una facilidad, una necesidad en la que se empeña su desarrollo. El mundo de hoy ha trascendido la era industrial para entrar en una nueva etapa histórica, la era digital, en la cual muchos códigos económicos, sociales y hasta políticos están siendo transformados, revisados, desechados, y el uso de las comunicaciones cibernéticas desempeña un papel decisivo en ese proceso de carácter global.

En medio de la política de reordenamiento económico que se ha desatado en Cuba, con las consecuentes modificaciones que la economía [menos centralizada, más abierta a las inversiones foráneas, con participación notable de capital privado] provocará en la esfera social, la entrada plena de los ciudadanos cubanos en la red de las comunicaciones digitales representa [y lo ha representado siempre] un escalón de ascenso para el presente y el futuro económico y social del país… Mientras, el cable se acerca a la isla y, con él, hechos incontestables y preguntas por responder.


[leonardo padura fuentes, La Habana, febrero del 2011, servicio de columnistas de la agencia de noticias ips: ipsnoticias.net]
 
 
 
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¿año nuevo, vida nueva?


  padura
   
Desde que tengo uso de razón he convivido con un viejo refrán, pleno de optimismo, que suele repetirse en Cuba por estas fechas navideñas: "Año nuevo, vida nueva", se dice, poniendo en la fórmula una carga de deseos incumplidos, de metas pospuestas y de esperanzas posibles en la vida que comenzará con el cambio de calendarios. Como si pensar la posibilidad fuese una manera de acercar esa "vida nueva", diferente y mejor.

Desde hace veinte años [cada vez más viejos], cuando el derrumbe del socialismo europeo y la implosión de la URSS dejaron a Cuba en una sideral soledad política y económica, los habitantes de la isla han atravesado uno de los períodos más arduos de la existencia nacional. Y aunque ya hoy no se hable de "período especial en tiempos de paz" [como fue oficialmente bautizada la brutal crisis económica que tocó y luego perforó todos los fondos], la vida cotidiana sigue siendo un reto diario para la casi totalidad de los once millones de personas que residen en el país.

Si bien es cierto que las remesas enviadas por los parientes exiliados o la posibilidad de trabajar en actividades cercanas a las divisas [como el turismo o la colaboración médica, deportiva, etc., en el exterior] pueden aliviar las tensiones económicas de una parte de la población, también es una verdad como un templo que la mayoría de los cubanos debe hacer malabarismos monetarios para vivir con un cierto decoro.

La crisis del modelo económico cubano, la ineficiencia de los mecanismos productivos, la solución [o el intento] de los problemas con fórmulas políticas está detrás, debajo y sobre la situación a la que han llegado el país y sus ciudadanos y el estado de deterioro material y moral en que ha nacido y crecido, incluso, toda una generación de cubanos. Y cada uno de esos factores están también dentro de la decisión actual del gobierno de realizar numerosos cambios económicos y sociales para hallar una vía de escape a tanta presión, a intrincados mecanismos de control que muchas veces generan corrupción, a decisiones económicas de comprobada ineficiencia.
 
El cierre del año 2010 se produce en medio de un debate sobre la nueva forma de vida que se implementará en el 2011, cuando las propuestas y discusiones de hoy se conviertan en política de Estado sancionada por el congreso del Partido Comunista, previsto para el mes de abril. Temas como el despido de entre 500 mil y un millón 300 mil trabajadores estatales o gubernamentales, la apertura de nuevas posibilidades de trabajo por cuenta propia gravado con fuertes impuestos, la descentralización del Estado y la eliminación de muchas de sus estructuras burocráticas, o la tímida reforma en la tenencia de la tierra advierten de un giro notable en el sistema hacia el que derivó el país con la crisis de la década de 1990.

¿Nos acercamos ahora a un país nuevo? Todo parece indicar que sí, al menos económicamente, y aun cuando muchas veces las cosas no sean llamadas por su nombre [propiedad privada, por ejemplo], cuando la implementación de las nuevas posibilidades de inversión o creación de negocios sean bastante nebulosas o cuando muchas personas empiecen a sentir nuevas presiones laborales, económicas, alimenticias de un modo quizás más dramático [si eso fuera posible] que en años anteriores.

Lo que muchos cubanos querrían saber es si con el año y la vida nueva las cosas serán mejores para ellos. Porque mientras se propone un "perfeccionamiento del modelo económico cubano", que quizás dé mayores oportunidades de ascenso social y financiero a algún sector de la población, sobre la mayoría caerá el peso de la reducción de subsidios, la falta de empleos, el alto costo de la vida, la escasez de viviendas entre los que ya han vivido y... posiblemente seguirán viviendo en el país nuevo que sin duda se implantará en el año nuevo. Y aunque lo nuevo suele ser mejor que lo inmóvil y lo probadamente ineficiente, lo bueno no es necesariamente una consecuencia directa de esa novedad.

Por lo pronto, los cubanos viven esta temporada bastante ajenos al llamado "espíritu navideño", mientras hacen largas colas para adquirir unas libras adicionales de arroz y le preguntan a los vecinos si saben dónde conseguir frijoles negros para armar una discreta cena de fin de año y soñar con una vida nueva.


[leonardo padura fuentes, La Habana, diciembre del 2010, servicio de columnistas de la agencia de noticias ips: ipsnoticias.net]
 
 
 
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el país que viene


  conraul6
   
   
Se va el 2010 y los cubanos lo despiden con una revolución dentro de la Revolución... Ese, sin la menor duda, ya es el gran tema de las reuniones y celebraciones familiares de este diciembre inédito, que han encontrado en la más reciente reunión de la Asamblea Nacional del Poder Popular la gasolina necesaria para el debate. Silvio Rodríguez, por ejemplo, afirma que "este Parlamento ha dicho lo que yo hubiera querido decir"; y el mecánico Guillermo dice contento que "por fin haremos lo que Fidel nos dijo en eso de cambiar todo lo que debe ser cambiado".

Ahora mismo, no estamos hablando de "el año que viene", sino de "el país que viene". Ese que Silvio, el autor de Ojalá, augura "esperanzador". Entre muchas cosas, porque vamos con "los pies en la tierra". Ese país en el que el joven Alejandro quiere trabajar, construir una familia y ser feliz. Ese país convocado a ser mejor, con el orgullo de no renunciar ni a un milímetro de la gloria que ha vivido. Ese país que tiene el difícil reto de continuar construyendo un futuro de la talla XL de su Historia.

Pero ese sueño no se alcanza solo con deseos: también es imprescindible que el futuro nos encuentre trabajando. Lo advierte Néstor, quien descubre en la actual estrategia económica la brújula que nos marca el sendero hacia el futuro. De eso se trata el Proyecto de Lineamientos debatido por el Parlamento y que el pueblo continúa analizando: un plan estratégico de acciones; acompañado —como apreciamos en el discurso de Raúl— de los movimientos tácticos necesarios para alcanzar los objetivos y convertir en realidad los planes e ideas. El General de Ejército nos ha ilustrado claramente que la relación de estos dos conceptos es fundamental y no podemos aplicarlos de forma independiente: sin táctica no se concreta la estrategia. Sin lineamientos, la táctica no tendría objetivos claros y su aplicación sería errónea.

Si algo tiene descolocados a los "cubanológos" —esos oráculos que todos los diciembres auguran el fin de la Revolución—, es que vamos a transitar un 2011 con unos grandes desafíos, pero con una inmensa claridad en las estrategias y tácticas que nos permitirá emerger como una nación que asegura su economía, para blindar su independencia; una Patria en la que nuestros hijos y nietos no se avergüencen de crecer y vivir; un país unido y diverso, en el que desatemos de una vez esos llamados nudos que inmovilizan las fuerzas productivas y los nudos mentales que para cada solución nos inventan un problema. Lo cierto es que el país que viene, aunque urgido de ser más socialista [para no dejar jamás de ser más justo], va a ser diferente. Un país mejor.

En el 2011 no vamos a resolver los problemas por arte de magia. Pero como lo definió Raúl en su discurso del 18 de diciembre, "es el primero de los cinco incluidos en la proyección a mediano plazo de nuestra economía, periodo en el que, de manera gradual y progresiva, se irán introduciendo cambios estructurales y de conceptos en el modelo económico cubano". No va a resultar para nada un año fácil, pero con la reducción de los gastos superfluos y apretando las clavijas del ahorro, además de todas las estrategias que comenzarán a aplicarse en pos de la productividad, el país va a latir con más fuerzas, mostrando renovadas energías.

Quizás una de las mejores cosas que nos van a pasar el próximo año, será la de nuestro indispensable proceso de aprendizaje de los temas económicos. Y no para convertirnos en teóricos del tema, pero sí para entender las categorías básicas que conforman la Economía de la nación y cómo lograr su reflejo en el bolsillo individual y en las cuentas domésticas, para que el PIB, esa sigla que hoy podemos nombrar indiferentes, no nos parezca distante; y comprendamos mejor porque "el plan y el presupuesto de la nación son sagrados y se elaboran para ser cumplidos".

El país que viene, como se ha estudiado meticulosamente, tiene que ser el que preserve y eleve la calidad de la salud, la educación, la cultura y el deporte, conquistas sociales de las que siempre nos enorgullecimos y que hoy pueden ser potencialmente mejores. Cuba, por los altos niveles de instrucción alcanzados, tiene que ser necesariamente una nación de elevados estándares en los servicios, en la educación cívica de sus ciudadanos y en la aplicación de los tres principios éticos-morales de la civilización inca, que Raúl incluyó en su discurso ante el Parlamento: no mentir, no robar, no ser holgazán.

El año próximo no nos traerá todas las soluciones, ni nos devolverá resultados con la rapidez que deseamos; pero si va a convertirse en definitorio para transformar métodos, mentalidades y enrumbar al país por el camino que anhelamos. Cuando Raúl nos dice que "no hay que temerle a las discrepancias de criterios", y nos advierte de la nociva "falsa unanimidad basada en la simulación y el oportunismo", nos está hablando de cambiar un estado mental, de que las ideas desplacen las consignas, de que el secretismo deje de ser la cobija de los ineficientes y de los enemigos de la rectificación. Sin ese prisma sería imposible otear el horizonte que hoy es letra y concepto en el Proyecto de Lineamientos Económicos.

El país que viene —en el 2011 y más allá—, va a ser, inevitablemente, el del socialismo sin igualitarismo; el del trabajo y el salario como fuente de vida; el de múltiples modalidades de empleo y el que busca [con el incremento de la producción de bienes] una sola moneda; el fin de las plantillas infladas y de las empresas con pérdidas; el de ponerle mano dura al derroche de recursos y a la improvisación en los procesos inversionistas; el de producir en nuestros campos lo que hoy importamos inexplicablemente; el del despegue del trabajo por cuenta propia y el del cumplimiento por los contribuyentes de sus obligaciones tributarias; y también el de la abolición de las prohibiciones irracionales, para que el absurdo no alimente más violaciones, corrupción e impunidad.

En ese país al que le ajustamos hoy las velas, entre todos los cubanos patriotas, los periodistas tendremos que ser más periodistas: informar y no desalentar jamás; investigar y no desmayar ante los errores y el secretismo. Cumpliríamos así con un prelineamiento que el propio Raúl nos trazó el 9 de julio pasado, cuando escribió en nuestro diario La Coletilla: "... considero que este es el espíritu que debe caracterizar a la prensa del Partido en sus exámenes, ser transparentes, críticos y autocríticos, porque es la manera en que podremos extraer la única utilidad que tiene el análisis sincero de los errores: sacar las experiencias; de lo contrario, seguiremos ocultándolos y repitiéndolos una y otra vez, como ha estado sucediendo".


[félix lópez, diario granma. La Habana, 24 de diciembre del 2010]
 
 
 
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cambios en camino


  padura
   
Después de una larga espera y de varias posposiciones, el Partido Comunista de Cuba, gobernante y rector de la política de la isla del Caribe, ha convocado a su 6. Congreso, que se celebrará en abril de 2011. El anterior se efectuó en 1997, hace más de trece años.

Al unísono con el anuncio del cónclave, hecho por el segundo secretario de la organización y presidente de la República, el general Raúl Castro, también se hizo público y se puso en circulación, con una edición de muchos miles de ejemplares, un folleto de 32 páginas titulado Proyecto de lineamientos de la política económica y social, un documento que, a través de una introducción y 291 propuestas, comienza a definir un nuevo modelo de política económica, productiva, comercial y social del país, que, se espera, permita superar la crisis del actual. Tal empeño se anuncia bajo el principio de que “el sistema de planificación socialista continuará siendo la vía principal para la dirección de la economía nacional” y con la perspectiva de que la isla se encamine hacia una eficiencia productiva, promueva la eliminación de las más diversas formas de paternalismo generadas e impulsadas por el mismo Estado cubano y obtenga la necesaria credibilidad por parte de antiguos y nuevos inversores extranjeros.

El propósito de la masiva distribución del Proyecto de lineamientos… es que se convierta en un texto debatible por las diversas instancias partidistas y por la ciudadanía, en busca de acuerdos, desacuerdos y modificaciones de sus planteamientos concretos, tácticos y estratégicos. Sin embargo, la categórica formulación de muchos de sus puntos, la especialización necesaria [en materia económica, financiera, comercial] para la comprensión de muchos de sus acápites y su recorrido por los más disímiles aspectos de la realidad económica cubana [desde la balanza internacional de pagos hasta la producción artesanal y la recuperación de neumáticos] advierten que su aplicación global es una política en vías de hechos, cuya materialización se está produciendo y se producirá como parte del llamado “perfeccionamiento del modelo económico cubano” promovido por el gobierno ante las dificultades, incongruencias e incapacidades del esquema hasta ahora en práctica, que en muchos aspectos respondió a las exigencias de la profunda crisis que el país atravesó en la década de 1990, y que promovió, entre otros males, la existencia de una doble circulación monetaria.

Son muchos los aspectos que llaman la atención en el documento lanzado al ruedo, pero sin duda entre los más notables se encuentran la descentralización de la economía a través de la autonomía empresarial y la instrumentación de mecanismos económicos y financieros en un proceso en el que solían aplicarse decisiones políticas y administrativas, muchas veces antieconómicas, como la realidad del país lo ha demostrado. Por ello, en un lenguaje muy preciso, el Proyecto partidista advierte que la existencia de casi todas las empresas dependerá, en lo adelante, de su capacidad de generar ganancias, o se procederá a su “liquidación”, mientras que las entidades que recibirán presupuesto estatal se reducirán al mínimo. Incluso, se afirma que en los proyectos solidarios con otros países [parte esencial de la política internacional cubana] se tendrá en cuenta el elemento económico, casi siempre desconocido en esa esfera.

En el mismo sentido se hallan los abundantes reclamos a la supresión de subsidios [que llegarán hasta la desaparición de la libreta de abastecimiento o racionamiento, que suministra un pequeña cantidad de productos a bajos precios, indispensables, sin embargo, para la alimentación de un alto porcentaje de las familias cubanas], a la eliminación de puestos de trabajo en las empresas estatales y organismos del Estado [proceso ya en marcha que contempla el despido de medio millón de trabajadores en seis meses] y al fomento de formas no estatales de producción, servicio y tenencia de la tierra, con el previsto incremento de la fuerza laboral en cooperativas y por cuenta propia, tendencia que va acompañada por la implementación de una nueva política fiscal que contempla grandes imposiciones para las mayores ganancias.

El vuelco económico que ha comenzado en Cuba es, a todas luces, profundo y radical, sin que por ello se prevean grandes modificaciones del sistema político unipartidista y la estructura de gobierno. Pero la resonancia social que traerán los cambios ya adelantados y los por venir, será sin duda un desafío que deberá asumir ese mismo modelo político, antes basado en la máxima estatalización, el control centralizado y la total dependencia del ciudadano de las estructuras laborales, distributivas y económicas del Estado.

A nivel de la población los cambios más polémicos tienen que ver, precisamente, con la nueva política laboral y con la supresión de subsidios –que llega hasta los sectores de la educación y la salud. La posibilidad de que un por ciento de los desempleados de los próximos meses deriven hacia el trabajo por cuenta propia, a la par que muchos de los que ya lo hacían legalicen su situación, parece una de las soluciones más complejas, habida cuenta la crítica situación económica del país [falta de insumos, materiales, etc.], la política impositiva que arranca con altos por cientos de pagos al Estado y la carestía, vuelta a incrementar recientemente, de elementos básicos para algunas producciones y servicios, como la electricidad y el combustible.

Es evidente que los necesarios cambios “estructurales y de concepto” del modelo cubano que anunció hace tres años el entonces presidente interino Raúl Castro, comienzan a tomar forma y espacio en la vida social y económica cubana. Ahora está por ver cómo su implementación afecta la vida de millones de cubanos, abocados a vivir en un país en el cual la competitividad económica y el trabajo sustituirán al paternalismo estatal, en el que la eficiencia pretende ocupar el lugar del subsidio, y en donde se generarán, inevitablemente, desigualdades económicas y sociales luego de décadas de igualitarismo oficialmente creado y promovido.


[leonardo padura fuentes, La Habana, noviembre del 2010, servicio de columnistas de la agencia de noticias ips: ipsnoticias.net]
 
 
 
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especulaciones cubanas


  padura
   
Uno de los ejercicios más complicados e ingratos al cual se ven obligados a recurrir los periodistas y especialistas en asuntos de política y economía cubanas es el de hacer predicciones sobre las razones ocultas que están detrás –o debajo- de lo que sucede o sucederá en el país. Sin embargo, no parece que les desagrade: más bien se diría que de alguna manera disfrutan esta práctica délfica de suponer, a partir de lo poco visible, cuál es el resto invisible o sencillamente impredecible de la densa y silenciada política económica y social de la isla del Caribe cuya realidad no deja de atraer a la prensa internacional.

Los más recientes acontecimientos ocurridos en Cuba –digamos, a partir del anuncio de la liberación de cincuenta y dos prisioneros, calificados por un lado de “contrarrevolucionarios” y por otro de “conciencia”- han desatado una verdadera catarata de especulaciones que se vieron impulsadas por hechos inesperados como la insistente reaparición pública de Fidel Castro, luego de cuatro años de ausencia por enfermedad; la decisión del presidente Raúl Castro de no hacer el discurso central por el aniversario del 26 de julio –considerado hasta ahora la intervención pública más importante del año en Cuba-; o el anuncio presidencial, durante la última reunión de la Asamblea Nacional [Parlamento] de que se ampliarían las formas y alcances del trabajo por cuenta propia como forma de aligerar las dificultades económicas y de absorber una parte de los empleados estatales que necesitan ser racionalizados [más de un millón, es decir, un espeluznante 20% de la fuerza laboral del país].

Las preguntas que con más insistencia se han hecho esos especialistas y reporteros –y que le hacen a todo el que pueda “suponer” algo, quizás interesante- tienen que ver con la posible existencia de una lucha por el poder o cuando menos por una orientación económica divergente en las altas esferas cubanas [incluso de tensiones entre los hermanos Fidel y Raúl], con el nuevo modelo económico al que pudiera estarse encaminando el país y con la posibilidad de que cambios económicos conduzcan a transformaciones políticas.

El problema a la hora de realizar esas predicciones es que, para hacer una suma, es necesario poseer los factores que se relacionarán en la adición y, en el caso cubano, nunca se tienen todas los cifras y, por tanto, los resultados conducen más a tanteos, deseos, imaginaciones que a saldos confiables.

En ese mar de augurios hay, sin embargo, algunas islas visibles sobre las cuales sería más factible realizar las operaciones de avistamiento del presente. La más notable de las realidades cubanas es, sin duda, la crítica situación económica y financiera que atraviesa el país, no solo a causa del embargo/bloqueo norteamericano y la crisis global, sino y sobre todo, por el agotamiento o improcedencia de sus actuales estructuras económicas y comerciales… que tarde o temprano deben ser modificadas.

Así, la decisión del gobierno de abrir un espacio al trabajo privado [no se sabe aun en qué sectores ni en qué condiciones] responde sin duda alguna a esa coyuntura que exige a gritos diversas transformaciones. El propio presidente Raúl Castro admitió, en su más reciente alocución, que no era posible sostener la imagen [o la realidad] de que Cuba es un país donde se puede vivir sin trabajar, pero donde, además –él mismo lo ha reconocido- no es posible vivir del trabajo [ni siquiera para los profesionales más capacitados], lo cual revela la existencia serias deformaciones en el sistema económico de un país que se dio el lujo de lograr el pleno empleo a costa de la ineficiencia, la improductividad, la creación de puestos de trabajo innecesarios y, en consecuencia, del pago de un salario más virtual que real, que desmotiva a los asalariados y obliga a muchos a buscar el sustento por las vías más enrevesadas que, por lo general, nacen y desembocan en la corrupción, el robo al Estado y el mercado negro.

También resulta muy evidente que la política social cubana, aun conservando ciertos estándares de seguridad social, ha dejado de ser “paternalista” [una creación del Estado] no por voluntad política, sino por necesidad económica. Ya los efectos de este cambio se advierten en el sector de la educación [supresión de becas y reducción de la matrícula universitaria, por ejemplo], en el de las jubilaciones [se ha incrementado en cinco años de edad del retiro] y se aplicará al terreno muy poco cultivado en Cuba de los impuestos fiscales.

Por último [pero no en importancia], en la lista de certezas está el hecho de que las formas de dirección no han cambiado en Cuba, ni cambiarán en un plazo breve. El gobierno ha advertido que el sistema político de partido único y el económico de planificación socialista no se modificarán por los cambios que se vayan introduciendo o por la aplicaciones de medidas específicas como la liberación de cincuenta y dos prisioneros.

Lo que resulta incontestable, en medio de tantas predicciones y de escasas informaciones, es que el gobierno cubano busca alternativas económicas que sustenten su posición política. Solo así se pueden entender que se vuelva a alentar el trabajo por cuenta propia, restablecido y a la vez denostado en la década de 1990, o que se planifique una apertura turística que incluirá, junto a dieciséis nuevos campos de golf y la construcción de marinas para yates, la venta de casas a extranjeros, otra práctica de los años 1990 que virtualmente había desaparecido… Y para no desentonar, podríamos entonces preguntar a los oráculos: ¿a qué turistas se les venderán esos productos?; ¿hay cartas escondidas debajo del tapete de las relaciones Cuba-USA?


[leonardo padura fuentes, La Habana, agosto del 2010, servicio de columnistas de la agencia de noticias ips: ipsnoticias.net]
 
 
 
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preguntas de un trovador que sueña

dedicadas a Berthold Brecht por sus "preguntas de un obrero que lee",
un poema de Brecht que me inspira a mí esas reflexiones



  conraul5
   
 
“¿Qué es eso de que unos son españoles, otros ingleses, otros africanos? ¿Y que unos tienen más que otros?

“El mundo del futuro tiene que ser común, y los derechos de los seres humanos tienen que estar por encima de los derechos individuales… Y va a ser un mundo rico, donde los derechos sean igualitos para todos…”

[fidel castro, en entrevista al diario
la jornada]
   
Si el flautista de Hamelín partiera con todos nuestros hijos ¿comprenderíamos que se nos va el futuro?

Si ese futuro que se nos va supiera adónde lo lleva el flautista de Hamelín ¿partiría con él?

Si un huelguista de hambre exigiera que Obama levantara el bloqueo ¿lo apoyaría el Grupo Prisa?

Si los miles de cubanos que perdimos familia en atentados de la CIA hiciéramos una carta de denuncia ¿la firmaría Carlos Alberto Montaner?

Si algunas firmas meditaran antes de condenar las cárceles ajenas ¿resultarían incólumes las propias?

Si un líder del norte es un líder ¿por qué es caudillo el que nació en el sur?

Si la política imperial es responsable de algunas de nuestras desgracias ¿no deberíamos liberarnos también de esa parte de la política imperial?

Si condenamos la guerra fría ¿nos referimos a toda o sólo a la porción ajena?

Si este gobierno ha sido tan malo ¿de dónde ha salido este pueblo tan bueno?

Aborto [marque con una cruz]: asesinato... hedonismo... piedad...

Homosexuales [marque con una cruz]: Elton John advierte que Cristo era gay...

¿Quién le importa al PP? [marque con una cruz]: ¿Zapata o... Zapatero?

Si la Casa Blanca devolviera Guantánamo y acabara el embargo ¿qué posición [común] adoptaría el Kama-Sutra europeo?

Si el que hoy maldice ayer bendijo ¿con quién pasó la noche?

Si de veras nos haría tanto daño una amnistía ¿por qué no me lo explican?

Si la suma de ambas intransigencias nos extingue y la nada baldía nos arrastra al pasado ¿nuestros hijos tendrán lo que merecen?

¿Qué pasa con los negros? ¿Qué pasa con los amarillos? ¿Qué pasa con los blancos? ¿Qué pasa con los rojos, con los azules e incluso con los hombrecillos verdes?

Si alguien roba comida y después resulta que no da la vida ¿qué hacer?

Si otro Martí naciera entre nosotros ¿podría ser emigrante, rapero, cuentapropista, ciudadano provincial en una chabola periférica?

Patria, Universo, Vida, respeto al semejante y todos Venceremos un poquito.


[silvio rodíguez, publicado por cuba debate : www.cubadebate.cu]
 
 
 
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Cuba ¿sin azúcar?


  padura
   
Aunque la historia es adicta a la creación de clichés de la más diversa raigambre, por lo general estas cómodas identificaciones parten de una realidad más o menos evidente, que a fuerza de estar presente, deviene tipificación de una sociedad, un país, una época.

A Cuba, llamada en ciertas épocas "la llave del Golfo" [de México] por su privilegiada ubicación geográfica, o la "perla del imperio" [español en América] gracias a su riqueza, se le ha identificado a lo largo de los últimos dos siglos, más que nada, con el azúcar.

Y no por un cómodo cliché: como han demostrado algunos historiadores cubanos de la más alta estima [Fernando Ortiz, Manuel Moreno Fraginals, Ramiro Guerra, a cuyas obras remito a los interesados en profundizar en el tema] la producción de azúcar ha sido la columna vertebral de muchos de los más importantes procesos económicos, sociales, históricos, incluso étnicos y culturales, que han dado su fisonomía peculiar a esta isla del Caribe.

Quizá sobraría como ejemplo de la importancia histórica del azúcar para Cuba, el hecho de que si la isla no celebra por estos años el bicentenario de la independencia, como la mayoría de las repúblicas iberoamericanas, se debe precisamente al azúcar: la riqueza cubana del siglo XIX se fundó sobre esta industria, cuyo funcionamiento requirió de los brazos de millones de esclavos importados de África y que, hacia 1820, constituían [negros y mestizos] alrededor de la mitad de la población insular.

Con su presencia esos negros crearon sobre la burguesía cubana [también llamada sacarocracia] el temor a que un cambio de sistema político condujera a una revolución como la que, poco antes, se había producido en el cercano Haití [hasta ese momento el mayor productor de azúcar del mundo].

No menos ejemplar resulta el hecho de que el levantamiento independentista al fin concretado en 1868, se realizara en los predios de un ingenio [fábrica de azúcar] y que su primera medida revolucionaria fuese la liberación de los esclavos negros de su propietario, el patriarca Carlos Manuel de Céspedes.

En 1970, ya en pleno período revolucionario, se apostó sobre una zafra azucarera que debía producir diez millones de toneladas, el salto económico de la isla hacia niveles superiores de desarrollo. El fracaso de aquel intento, bien lo sabemos los cubanos, no solo deterioró la economía del país, sino que modificó muchas de sus estructuras sociales y culturales [desde la alteración de tradiciones como las fiestas navideñas y los carnavales hasta la implantación de la ortodoxia más férrea en el terreno de la creación artística que, a partir de entonces, vivió el llamado quinquenio gris o decenio negro...].

Por eso la noticia de que este año la zafra azucarera cubana ha sido la más improductiva desde 1905 –cuando el país apenas se recuperaba de la devastación que produjo la guerra independentista de 1895-98– resulta más alarmante de lo que muchos puedan imaginar. Es, además, una señal inequívoca de que la economía cubana genera sus propias crisis, con independencia de las que pudieran llegar a través de los mares y los embargos.

Hace unos pocos años, cuando los precios del azúcar descendieron drásticamente y la productividad interna era ya lamentable, se produjo una reestructuración de este sector y se decretó el desmontaje de varias decenas de fábricas y la utilización de muchas tierras para otros cultivos. La industria azucarera que nos identificaba y que tantas riquezas produjo en otros tiempos recibía así una estocada profunda que la desplazaba de su tradicional protagonismo en la vida económica cubana.

La realidad demostraría, con su terquedad, que las superficies antes dedicadas a la caña de azúcar no eran imprescindibles para el desarrollo de otras producciones, pues en la actualidad, luego de algunas reparticiones de tierras a cooperativistas, todavía quedan entre un millón 230 mil y tres millones de hectáreas de tierras ociosas, mientras el problema de la producción nacional de alimentos no ha mejorado ostensiblemente, pues hasta hace poco se calculaba en un 80% el monto de los alimentos importados para el consumo. Y también se ha demostrado que la eficiencia no regresaría fácilmente a la producción azucarera.

Solo un día después de la destitución-renuncia del hasta entonces ministro del ramo, la prensa cubana al fin se hacía eco del desastre azucarero del año 2010 y anunciaba una campaña funesta para el venidero. Problemas de todo tipo -desde organizativos hasta de previsiones realistas- llevaron a lo que un experto en el tema llamó autoengaño de los responsables del sector y, sobre todo, de "embarcar" al país: en cubano eso significa estafar, embaucar, comprometer sin respuestas... Estar "embarcado" es haber caído en desgracia.

A los costos económicos que, obviamente, está trayendo el desastre azucarero, justo en un momento de altos precios internacionales del producto, se suma una extraña sensación de frustración que, como cubano, al menos a mí me embarga desde que tuve acceso a esa información.

La economía de la isla, ya lo sabemos, anda en serios conflictos con sus estructuras productivas e incluso con sus fuerzas laborales [se habla de un millón de personas sobrantes en los empleos del Estado, casi un cuarto de la fuerza laboral activa], pero también el desastre azucarero toca el orgullo de una nación, de una sociedad, de una espiritualidad a la que, desde los tiempos en que mayor fue el dolor de los esclavos africanos o la opresión de los braceros chinos, el país debe casi todo lo que fue: incluso, le debe hasta el cliché, creo que inventado por los años 1940, de que sin azúcar no hay país.


[leonardo padura fuentes, La Habana, mayo del 2010, servicio de columnistas de la agencia de noticias ips: ipsnoticias.net]
 
 
 
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en defensa de Cuba

créeme


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  [adhiérete y firma porcuba.org]
   
Créeme. Un grupo de intelectuales escribió un mensaje paternalista a los artistas cubanos. Ellos pretenden enseñarles las terribles condiciones políticas en que viven y como salir de ellas.

Créeme. Ellos creen que el pueblo cubano no tiene una Constitución Política que fue redactada en un proceso de discusión democrática en el cual participó todo el pueblo cubano. Quieren que ellos prefieran las Constituciones que congresos restringidos les impusieron en sus países, pues creen que les pueden dar lecciones de democracia al pueblo cubano.

Ellos creen también que los cubanos viven sin leyes y son gobernados por 2 o 3 personas a las cuales se someten como ovejas. Otra vez se ilusionan por lo que pasa en sus países donde sí los pueblos se someten a una minoría oligárquica que les impone las más terribles condiciones de vida sin que las grandes mayorías logren apearlos del poder.

Ellos creen aún que los intelectuales cubanos, sus artistas, sus pensadores están sometidos a poderes extraordinarios del Estado, gobernado autoritariamente desde arriba. Por esto se atreven a explicarles lo que deben hacer para dejar de someterse a esta dictadura feroz que los oprime.

¿A quiénes se dirigen realmente? Con quiénes quieren armar este “diálogo” entre los sabios “libres” y los intelectuales “oprimidos” e ignorantes?

Créeme que estos oprimidos derrumbaron una dictadura contra la cual lucharon en grandes olas de masas revolucionarias y crearon un Ejército Rebelde que impuso la reforma agraria y botó a los que intentaron apropiarse del movimiento revolucionario. Este mismo pueblo luchó contra la invasión de Bahía Cochinos armada y apoyada por la mayor potencia militar del mundo y los derrotó en algunas horas. Este mismo pueblo logró estacionar poderosos misiles en su territorio que obligaron a la mayor potencia militar del mundo a un acuerdo para preservar a Cuba de una nueva invasión.

Créeme. Por si no bastara esto, este pueblo enfrentó años y años de acciones guerrilleras y terroristas financiadas y apoyadas por los Estados Unidos, habiendo derrotado las mismas con enormes costos de vidas humanas. Si no lo bastara, tuvieron que enfrentar el cerco de TODOS los gobiernos latinoamericanos que [excepto México] rompieron relaciones con Cuba bajo el comando estadounidense durante toda la década del 60 y buena parte de los 80s.

Créeme. Resistieron al bloqueo económico que impide hasta hoy que Cuba negocie con empresas estadounidenses y que pretende incluso impedir que cualquier empresa del mundo que negocie con EE. UU. lo haga también con Cuba.

Pero créeme. A pesar de este cerco colosal, este pueblo estableció el más avanzado sistema educacional de las Américas, un sistema de salud modelo para el mundo, una distribución del ingreso única en el mundo, una producción cultural admirada en todo el mundo, una “performance” deportiva de las más altas del planeta, un sistema de prevención de desastres naturales muy superior de los existentes en toda América.

Pero, como si no bastara todo esto, este pueblo ha creado un programa de ayuda internacional de una generosidad excepcional. Pero lo más increíble ha sido su lucha al lado del pueblo angolano para garantizar con sus vidas y su revolución anticolonial. En seguida ayudó decisivamente a ese pueblo a derrotar el ejército de los racistas sudafricanos derrumbando así el Apartheid. Y ningún manifiesto de “intelectuales libres” retirará el sentimiento de orgullo que esta victoria representó para miles soldados y millones de cubanos.

Créeme. Al pueblo que condujo esta gesta colosal, esta epopeya que llenó de orgullo los pueblos de América Latina y del Sur del planeta en general, les quieren asignar la condición de sumisos a una dictadura sin leyes, sin respecto a los derechos humanos, sin libertad cultural, sin derechos constitucionales, sin leyes y sin soberanía. Señores “intelectuales libres”, miren hacia dentro de sus países, hacia la miseria de sus pueblos, hacia su total falta de libertad, hacia los asesinatos en masa de campesinos, indígenas, negros y otros sectores excluidos de sus sociedades, miren hacia sus dirigentes, miren hacia Ustedes mismos, enajenados de sus pueblos. Miren hacia las potencias democráticas que tanto admiran, con su terror colonial, sus guerras brutales, su represión sistemática, sus “poogrons”, sus genocidios. Ocúpense de detener a los que arrojaron las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, a los asesinos nazi-fascistas que aún están libres y admirados. ¿No les parece una cobardía cruel volcarse en contra de este pueblo heroico y pretender enseñarles el significado de democracia y derechos humanos? Créeme. Nos encorajamos con Silvio Rodríguez que declaró en una entrevista reciente :

“Digo lo mismo, ahora, al cabo de todos estos años –no son 50 pero son ya cuarenta y tantos, 43 o 44– : me parece muy bien. Y para mi país es lo mismo. Estoy viendo un poco amplificado últimamente situaciones hacia Cuba y contra Cuba. Que durante todos estos 50 años las he visto, idénticas. Y en este momento, quizás producto de las características de la tecnología, parece, pareciera, que hay como un consenso superior contra Cuba.

Pero yo, que llevo 50 años viviendo en Cuba, y que conozco todo eso que ha pasado, sigo teniendo muchas más razones para creer en la revolución que para creer en sus detractores.”

Cuba hizo muchas revoluciones dentro de la Revolución. Empezó una nueva historia. Rompió con las cadenas coloniales como ningún otro país del mundo lo hizo. Vive hoy su propia historia.

Estamos y estaremos siempre apoyando al pueblo que tuvo coraje de escribir su propia historia, de pie y con la frente en alto.

Mas si alguien se atreve a arrebatarme tanto tesoro ahorrado en estos años, tanta niñez feliz, tanto cariño, tanto descubrimiento, tantos sueños, juro desenfundar mi fantasía y a golpe de canción dar la batalla; juro que haré volar mi maravilla en nombre de este tiempo y su poesía.


[en defensa de Cuba : www.porcuba.org]
 
 
 
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Cuba y la OEA


  conraul1
   
Como no me voy a reir de la OEA
si es una cosa tan fea... [carlos puebla
]


I.

La Organización de Estados Americanos nació en 1948 en medio de un gran motín popular y fue bautizada con la sangre del pueblo colombiano, víctima en esos años de una gigantesca matanza dirigida a desposeer a los campesinos de sus medios de vida, descabezar la protesta social y privar a sus ciudadanos de los derechos democráticos. Enseguida, Colombia fue el único país latinoamericano que envió tropas a la guerra de Corea, sin duda un conflicto “extracontinental”. En 1954, un país miembro de la OEA organizó el derrocamiento violento del gobierno legítimo de Guatemala –que había ensayado medidas populares como la de hacer una reforma agraria— y la implantación allí de una dictadura criminal. La OEA no condenó al país agresor. Todo estaba claro. Estados Unidos controlaba completamente el nuevo órgano internacional de los países de este continente, porque después de la Segunda Guerra Mundial había desbancado a cualquier competidor dentro del campo capitalista y era el líder y máximo beneficiario del imperialismo. Los países de la región debían subordinarse a su poder. Como era la hora del neocolonialismo, el centro de las actividades y las decisiones estaba en Washington, como también la sede, y dos tercios de los gastos los asumía Estados Unidos, pero todos los Secretarios Generales de la organización serían latinoamericanos.

Nadie sabía, sin embargo, que el conveniente anticomunismo de la guerra fría muy pronto sería puesto a prueba por un acontecimiento trascendental: la Revolución cubana. Ese pueblo se liberó de una dictadura neocolonizada, se apoderó de su isla y derrotó los intentos del imperialismo de destruir la Revolución. Nuestra América volvió a reconocer su identidad en una epopeya política de liberación, en un momento muy particular de su historia. En las décadas previas numerosos procesos de modernización intentaron consolidar cierto desarrollo económico con grados de autonomía, y algunos Estados fuertes con políticas propias. Ahora Estados Unidos estaba ahogando esas experiencias. Desde ellas, pero sobre todo más a la izquierda que ellas, Cuba aparecía como un ejemplo victorioso que movía al entusiasmo, a la actuación y a una esperanza nueva: si se era más radical en los fines y en los medios, se podían cambiar la vida y las sociedades, y obtener la liberación de los pueblos y los países de la región.

El imperialismo y las clases dominantes del continente advirtieron el peligro. Era necesario aplastar a Cuba. En esta nueva situación, uno tras otro tuvieron que definirse las instituciones y los organismos políticos y sociales: con los pueblos o contra los pueblos. La OEA se vio frente a ese desafío, y obedeció a Estados Unidos. La condena de Cuba, por “seguir a una ideología extracontinental”, selló el destino de esa organización. No me detendré en los detalles que se están recordando en estos días. Sólo quiero llamar la atención sobre el hecho de que los Estados de la región tenían posibilidades de resistir que no utilizaron. América Latina poseía una antigua implantación de Estados independientes, una gesta revolucionaria independentista compartida en su historia, una multitud de afinidades culturales, y prácticas e ideas recientes de afirmación de sus intereses y sus proyectos que eran reprimidas por Estados Unidos. Y en aquella coyuntura tenían sobre todo la necesidad de mostrarse unidos como latinoamericanos, para defenderse mejor y tener más capacidad negociadora.

Prueba de que era posible otra actitud son las dificultades que confrontó el imperialismo para lograr la condena de Cuba. El 31 de enero de 1962 al fin fue excluido el Gobierno Revolucionario, cuando Estados Unidos arribó a la mayoría necesaria de 14 votos, después de sumar a los gobiernos uruguayo y haitiano; al dictador Duvalier lo compró con la promesa de financiar un nuevo aeropuerto en la capital de Haití. Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y México se abstuvieron. Sólo en julio de 1964 se aprobaron sanciones contra Cuba —suspensión de relaciones y cese de todo comercio—, con los votos en contra de Bolivia, Chile, México y Uruguay.

Cuba fue excluida de la OEA porque la mayoría de los gobiernos y grupos de poder de América Latina y el Caribe decidieron ser cómplices del imperialismo o se acobardaron ante su fuerza y agresividad. Su horizonte burgués, sus intereses de explotadores o parásitos, su temor a desatar fuerzas populares o permitir protestas sociales, fueron decisivos. Después, cierto número de indecisos o mezquinos sufrió las consecuencias del ascenso indetenible de la gran reacción que derrocó muchas democracias de las que se exhibían como el modelo que Cuba no había querido seguir, cuando esa forma capitalista de gobierno fue abandonada en nombre de la “seguridad nacional” y se extendió por el continente la ola de dictaduras represivas e incluso genocidas. “Después de Girón, todos los gobiernos de América Latina fueron un poco más libres”, dijo con razón Fidel en la década siguiente. Pero los “modernos” que dominaban en América Latina resultaron entreguistas, y del capitalismo nacional subordinado se deslizaron al sometimiento. Cuba fue un test para la opción burguesa latinoamericana, y ante ese test escogieron ser antinacionales y verdugos de sus propios pueblos. Una generación después, la miseria se enseñoreaba del continente y América Latina había perdido mucho peso en la economía internacional.

Algo tuvimos que agradecerle a la OEA, y es justo recordarlo. Cuando nos expulsaron, ya el pueblo cubano había emprendido el largo camino de cambiar su vida y su mundo, de apoderarse de una modernidad para todos al mismo tiempo que combatía el carácter explotador, colonialista y depredador de la modernidad. En 1961 —el mismo año de Girón— había hecho la primera campaña en América para erradicar el analfabetismo. Para ella se creó una cartilla en la que el primer día de labor los adultos que dejaban de ser iletrados y los niños brigadistas alfabetizadores compartían las tres primeras vocales —O, E, A— con la concientización acerca de los servidores del imperialismo disfrazados de organización internacional.

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II.

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Como organización internacional, la OEA ha contado con la usual estructura de Secretarías, Consejo, Conferencias y otras reuniones periódicas, media docena de comisiones permanentes y otras para temas y problemas especiales, relaciones, publicaciones y lo demás. Pero nunca se ocupó de promover relaciones económicas equitativas entre el gigantesco país miembro y los demás, ni complementaciones beneficiosas entre las economías, ni se le ocurrió alentar una integración latinoamericana y caribeña. Tampoco defendió el respeto a la autodeterminación de estos últimos pueblos y la soberanía de sus Estados, ni luchó contra la injerencia permanente de Estados Unidos en sus vidas y sus asuntos. ¿Habrá que aclarar que tampoco se interesó jamás seriamente en la miserable o desventajosa situación social de las mayorías? Ni siquiera ha exhibido victorias como garante de la paz entre los Estados de la región o mediadora eficaz en sus conflictos. Más allá de la justicia de condenarla, hay que reconocer que la OEA no podía hacer nada de lo que escribo, por padecer un vicio de origen: sus países miembros no constituyen una región, sino dos, y una de ellas, la América Latina y el Caribe, ha tenido en los Estados Unidos a su principal enemigo, explotador, opresor y dominante.

El fuego de las revoluciones y combates populares hacía crecer en los años sesenta el conocimiento social y la conciencia de las cuestiones principales. Entonces estaba claro que el panamericanismo, que al nacer angustiaba a José Martí y lo hacía denunciar al imperialismo naciente y reclamar una segunda revolución latinoamericana, se había reducido a un instrumento político, represivo y militar de Estados Unidos. Hasta el New York Times, hoy tan pequeño en sus criterios, decía el 14 de abril de 1965: “Cuba ha sido excluida de participar en la OEA… El Sistema Interamericano es, por acuerdo, anticomunista y demócrata, aun cuando algunos regímenes no han sido excluidos pese a que difícilmente pueden ser considerados democráticos”. Y el presidente democristiano de Chile, Eduardo Frei Montalva, declaraba el 8 de enero de 1966 que “la OEA no satisface las exigencias del hemisferio y ha dejado de ser útil.”

En los cuarenta años siguientes la OEA dejó pasar todas sus oportunidades de rectificar respecto a Cuba y tratar de borrar la mancha de haber sido cómplice del agresor extranjero contra un pueblo hermano. En los primeros años setenta varios países tomaron la iniciativa de reiniciar relaciones con Cuba –México nunca las rompió—; en 1975 trataron de invitar a Cuba a una sesión, y en la Conferencia de Cancilleres de julio dieciséis países votaron por dejar libre a cada miembro de restablecer o no relaciones con Cuba. Pero dejaron pasar la coyuntura favorable sin ir más lejos. En la década siguiente se fueron imponiendo gobiernos civiles en la región, se llevaron a cabo iniciativas por grupos organizados de Estados, para mediar en conflictos o de corte integracionista, y el papel de la OEA fue declinando. Cuba fue aumentando sostenidamente sus relaciones estatales latinoamericanas. Entre 1989 y 1991 desaparecieron la URSS y los regímenes del socialismo europeo, demonio invocado cuando se expulsó a Cuba en 1962, y en los noventa crecieron mucho las relaciones de numerosos países de la región con Cuba. Pero la OEA no renunció a su condena. Los regímenes de la democratización podían haber pensado en ese paso para mejorar su imagen y parecer más autónomos, pero estaban demasiado ocupados con los ajustes, las privatizaciones, el neoliberalismo y la sujeción a los Estados Unidos.

Hoy es demasiado tarde para la OEA. La América Latina y el Caribe están viviendo transformaciones profundas. Varios países tienen poderes populares, crecen sin cesar las relaciones económicas y políticas entre los países, la conciencia popular y la voluntad de integración como región autónoma. Cuba desempeña papeles importantes en este proceso. Los nuevos órganos internacionales latinoamericanos y caribeños ocupan todo el espacio significativo en la región y protagonizan las iniciativas que interesan a los Estados y los pueblos. Por el modo general en que han venido produciéndose esas transformaciones, conviven numerosas instituciones, prácticas y normas que no tienen verdaderas relaciones entre sí, que representan el pasado, viabilizan el presente o esbozan el futuro. Los mismos actores pueden encontrarse en dos o más de ellas, impulsando tareas, tejiendo con paciencia o alternando con lo que no está en su naturaleza ni desean. Hace seis meses, todo era júbilo en el Grupo de Río al ingresar Cuba. Hace seis semanas, en la V Cumbre de las Américas, todo un continente puesto de pie le exigía al presidente de Estados Unidos que, más que tímidos gestos y buenas intenciones, liquide ese país su sistemática agresión, el bloqueo a Cuba. Y hace dos días hemos recibido la rectificación, el desagravio por una ofensa inferida en otra época, de parte de un cadáver.


[fernando martínez heredia, publicado en la "red de redes" En Defensa de la Humanidad : www.capitulocubano.cult.cu]
 
 
 
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fidel castro : biografía a dos voces
un libro de ignacio ramonet

la confianza en el ser humano


  ramonet
   
Si yo quisiera permanecer en casa, viendo pasar por la televisión cadáveres de miles de personas que no son mis enemigos. Si quisiera esperar hasta que un día el agua de los barrios marginales de Madrid salga marrón del grifo, y contaminada, y haya que poner verjas como las de Melilla en las calles del centro. Si no me importaran nada el futuro, ni el presente, ni la justicia, ni el frío ni morirse, entonces sé bien qué haría con este libro: Miraría el índice, hojearía un par de capítulos, buscaría dos o tres frases normales y corrientes que, a ser posible, no me gustaran y volvería a cerrarlo, y no tardaría ni dos segundos en convencerme a mí misma de que ya lo había leído.

Si yo creyera que Fidel Castro es un loco, un maniático, un hipnotizador de multitudes y la revolución cubana un espejismo que en realidad no existe, cuatro generaciones y los famosos logros y las personas que han estudiado allí y todo lo que se ha hecho pero también todo lo que ese país no ha hecho, lo que no ha traicionado, las causas que no ha vendido, los principios que no ha pisoteado, si yo creyera que todo eso es en realidad fruto de los delirios de un solo hombre, de un ogro, por mejor decir, entonces también sé lo que haría con este libro. Sacaría tres frases de contexto, buscaría un error, elegiría una anécdota que me hubiera chocado y resumiría las seiscientas páginas del libro en esas tres frases, ese error, esa anécdota chocante, y tampoco me costaría nada convencerme a mí misma de que ya lo había leído.

A veces preferí quedarme en casa, viendo pasar cadáveres, a veces quise pensar que todo este asunto de la revolución y la dignidad humana era un gran equívoco y que nada puede hacerse. Pero las personas somos animales políticos, llevamos el futuro en las yemas de los dedos y si podemos traicionar nuestros principios es porque alguna vez hemos tenido principios, y si nos encontramos un libro como Fidel Castro, biografía a dos voces nos cabe la oportunidad de leerlo entero, capítulo a capítulo, porque en bien pocas ocasiones la inteligencia de la especie humana aparece condensada en un libro dibujando la senda por donde esa especie podría transitar.

Al hilo de las preguntas de Ignacio Ramonet, se desgrana en el libro el proceso de formación de un revolucionario y el aprendizaje que se deriva de cada uno de los planes que Fidel Castro, nunca solo, emprende en busca de un país en donde llegue a “parecer inconcebible”, cito, “un abuso, una injusticia, una simple humillación”. Pregunta a pregunta, capítulo a capítulo, la historia de la revolución cubana se entrelaza con asuntos tan cruciales como la función del marxismo, el valor de la estrategia, el azaroso pero ineludible papel de los factores subjetivos, el mantenimiento de una conducta a lo largo de todo el tiempo, el control y el autocontrol, las sorpresas, las cosas que se van descubriendo en el camino y que vuelven, cito, “el problema de la construcción de una sociedad nueva mucho más difícil de lo que pueda parecer”.

Una de las formas de ver que la revolución cubana existe de verdad, que no es un espejismo ni un capricho, consiste en comprobar hasta qué punto la historia de los últimos cincuenta años pasa por ella, y hay décadas enteras en las que nuestra reconstrucción del siglo veinte puede olvidar la existencia de Paraguay, de Perú, de Sudáfrica, de Nicaragua, aun de Chile, pero cuando la historia obliga a detenerse en Chile entonces tiene también que pasar por Cuba, o cuando obliga a detenerse en Sudáfrica o en la Unión Soviética o en Nicaragua, o en Venezuela, entonces también es preciso detenerse en Cuba. Esa historia compartida se entrevera en el libro junto al pulso diario de la isla con el imperio de los Estados Unidos. No pretendo, sin embargo, carecería de sentido, condensar ahora cada una de las cuestiones que se tratan en la obra, y voy a limitarme a abordar tres.

Empezaré de fuera a dentro, de lo que rodea al libro a su interior. Hoy, en 2006, rodea la aparición de este libro, entre otros hechos, el resurgir de la izquierda en América Latina. Y es la existencia de Cuba, la permanencia de su revolución la que permite, de algún modo, ese resurgir. Durante décadas ha habido en América Latina escarmientos, castigos brutales para aquellos pueblos que quisieron ser realmente de izquierdas. El escarmiento persigue que alguien no vuelva a cometer la falta por la que se le castiga, la falta de aspirar a la justicia, a la soberanía, a la igualdad. Si los pueblos han vuelto a cometerla es también porque Cuba les ha permitido vencer el miedo, porque se ha alzado frente al castigo y lleva más de cuarenta años alzada, de pie. De manera que este libro aparece cuando el ejemplo de Cuba y su apoyo simbólico y diario, minucioso, a los proyectos de izquierda en América Latina, empieza a germinar.

En los días más oscuros, como en los días más claros, la historia que se cuenta en este libro va a permanecer. Pero siendo tantas y tan cotidianas las mentiras que sobre Cuba divulgan en España las empresas privadas de difusión, es bueno e importante que, cuando menos, algunos hechos inocultables acompañen su lectura. Es bueno que el libro se lea no con el sonido de fondo de la campaña mediática desatada contra Cuba en el año 2003, sino con la pregunta de fondo que amanece ahora, la pregunta sobre por qué los hombres y las mujeres no se rinden, no sucumben y vuelven después de diez, veinte, treinta años a luchar otra vez para que la educación, la sanidad, la cultura, sean comunes y no se otorguen en distintas dosis a quienes disfrutan de más o menos privilegios.

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La segunda cuestión tiene que ver con el, digamos, formato del libro. No con la parte editorial del formato que es
clara al presentarse bajo el rótulo Biografía a dos voces, sino con el formato imaginario que se superpone o va a superponerse en la lectura de quienes, en vez de asistir a una larga conversación con Fidel Castro, quisieran asistir a un interrogatorio, dicha esta palabra con todas las connotaciones que remiten a un juicio y al momento en que la presunción de inocencia ha derivado hacia la presunción de culpabilidad. No es este libro un interrogatorio. Hay en él preguntas incisivas o incómodas pero no es un interrogatorio y debo decir que, al menos yo, ya estoy un tanto cansada de que se interrogue, presumiendo culpabilidades, a la revolución cubana. A veces me ocurre como a aquel antropólogo mexicano, quien vino a España y trataba de explicar el asombro que le producía tener que defender esa revolución. Desde numerosos lugares de México y de América Latina, decía –y también, por cierto, de España, digo-, Cuba no es algo que haya que defender o cuestionar: Cuba es sencillamente un horizonte, un país sin desempleo, sin mendicidad, sin mafias, con un número de profesionales, hombres y mujeres, altísimo, un país sin explotación infantil, sin desaparecidos, con un nivel de cultura y educación que en muchos casos supera la media europea. A aquel antropólogo mexicano le pedían que defendiera Cuba y era como si le pidieran que defendiese la salud frente a la enfermedad, voces soliviantadas le desafiaban exigiéndole que se atreviera, que fuera capaz, que osara defender y argumentar ante ellas en voz alta que la salud era mejor que la enfermedad. Muchos y muchas compartimos el desconcierto del antropólogo por el hecho de que siga habiendo interrogatorios en donde se pide a los presuntos culpables que justifiquen por qué la salud es mejor que la enfermedad.

Otros son, en fin, los interrogatorios que quisiéramos hacer y, por lo que respecta a la revolución cubana, saludo la existencia de un libro en donde Fidel Castro explique, cuente, diga de vez en cuando simplemente cómo fueron las cosas en vez de tener que estar en todos los momentos desmintiendo infundios. Esto no significa que se eludan preguntas incómodas, que Ramonet eluda abordar si Fidel Castro es o no un dictador, o las circunstancias en qué ha sido aplicada en Cuba la pena de muerte, o si el consumo de bienes en la isla es tan irresponsable como en una ciudad europea, o es prudente, o es escaso. Lo que significa es que, aun con estas y otras preguntas incluidas, el libro sobre todo es una conversación, y agradezco desde aquí a Ignacio Ramonet que en este tiempo de experiencias virtuales anodinas vaya a permitir a muchas personas pasar varias horas virtuales con un personaje histórico fundamental.

La cuestión del personaje es la última que abordaré. Habiéndose elegido a una escritora para presentar este libro habrá quien haya pensado que mi tarea acaso consistiría en dar pábulo a la novela, o las novelas, que contiene el libro. Y hay en efecto muchas novelas dentro de él pero lo que hace imprescindible al protagonista del libro no es, a mi parecer, lo novelesco, sus cualidades extraordinarias, las cosas que le singularizan. Pues cualquier adjetivo que se aplicara a estas cualidades “no tendría importancia”, cito, “si uno no cree que hombres como él existen por millones y millones y millones en las masas. Los hombres que se destacan de manera singular no podrían hacer nada si muchos millones, iguales que él, no tuvieran el embrión o no tuvieran la capacidad de adquirir esas cualidades”. Estas palabras que Fidel Castro dice en relación a la lección que deja Che Guevara le son también aplicables, pero son además, a mi entender, la espina dorsal del libro, el núcleo de una teoría y una práctica que irá aflorando en diferentes momentos.

Los factores subjetivos median en los acontecimientos y pueden cambiar la historia, pueden acelerar el progreso o atorarlo. El factor subjetivo Fidel Castro sin duda medió en el hecho de que pudiera llegar a producirse y durar y no ser decapitada la revolución cubana. Pero al mismo tiempo el alimento de ese factor subjetivo, la vida que lo impulsa y que permanecerá es, precisamente, la creencia en el ser humano, en su capacidad de, cito de nuevo, “concebir las más nobles ideas, albergar los más generosos sentimientos y, superando los poderosos instintos que la naturaleza le impuso, dar la vida por lo que siente y lo que piensa”.

Llama la atención a lo largo de este libro que el sentido del humor de Fidel Castro se ha replegado, como si voluntariamente Castro hubiera querido retirarlo a un quinto, sexto o séptimo plano. Como si hubiera querido retirar los rasgos más personales dejando en cambio sólo lo común, lo que se puede explicar, la experiencia transmisible, no el yo privado sino el nosotros y nosotras. Hay en el libro nociones de estrategia, análisis del estado actual del capitalismo que ya no es, se nos dice, ni siquiera capitalismo, hay indicaciones y sugerencias y diagnósticos. Dijo Bertolt Brecht de Lenin: “El hecho de haber acertado muchas veces daba, sin duda, peso a sus consejos; a pesar de todo, seguía acompañándolos de razones”. Creo que también habría aplicado esas palabras a Fidel Castro. En el libro están los consejos y las explicaciones. Están cinco páginas estremecedoras que responden a la pregunta sobre qué argumentos opondría Castro a quienes acusan a la revolución. Estremecedoras porque, junto con los argumentos, Fidel Castro opone los actos, los hechos, pues a estas alturas de la historia y por encima de todos los libros la revolución cubana ha escrito con los actos, que no se borran nunca. Y opone Castro, por cierto, también las cifras. Las cifras, ya se sabe, son frías y no recogen la realidad entera de las cosas. Pero, no es malo recordarlo, la vida de los 28 niños por cada mil que en Guatemala podrían no haber muerto si ese país hubiera tenido la misma mortalidad infantil que Cuba, esa vida tal vez no hubiera sido fría ni incompleta, sino completamente cálida.

No obstante, cuando el libro se cierra, aún por encima de todas estas cosas, va escribiéndose en el cuerpo una certeza, cito: “Yo parto de una confianza grande en que este ser humano, con todos sus defectos y limitaciones, tiene capacidades suficientes para preservarse y tiene inteligencia suficiente para mejorarse. Yo, si no creyera eso, no lucharía”, fin de la cita. Por esa certeza vale la pena luchar. Y porque da vida, sentido y existencia histórica a esa certeza vale la pena no saltarse páginas de este libro. Para terminar acudo de nuevo a Bertolt Brecht: “Cuando no hay respuesta”, dijo, “cesan las preguntas”. Nos cabe hoy agradecer a Ramonet que haya formulado las preguntas, y nos cabe también pedir a la revolución cubana y a Fidel Castro que sigan dando respuestas para que la humanidad no cese en su pregunta de cómo mejorar.

Muchas gracias por su atención.


[presentación del libro por Belén Gopegui, en la Casa de América de Madrid: texto publicado en Rebelión.org ]
 
 
 
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